El Camino del Arco Iris y la Olla del Tesoro
Hubo una vez un hombre que siguió
toda su vida la guía del Arco Iris, seguro, sin ninguna clase de dudas, de que
encontraría la Olla
del Tesoro… Cuando el nublado y la lluvia cesaban y desaparecía el Arco Iris,
él detenía su marcha y construía una choza transitoria, y buscaba agua y
alimentos… y meditaba y leía sus libros, intentando encontrar en ellos su palabra… y luego escribía la palabra
suya que encontraba en los libros y en el viento y en el cielo y en su choza
transitoria y en el agua que bebía… Y se sentía dichoso y vivo… Y escudriñaba
el horizonte y lo olfateaba y lo acariciaba con las manos de su alma, y el
corazón le latía apresuradamente cuando se nublaba el cielo suyo arriba o
cuando allá a lo lejos se nublaba un cielo nuevo… Y oleadas de energía y de
esperanza y de fuego recorrían su cuerpo-alma cuando nuevamente reaparecía el
Arco Iris… Con lágrimas nostálgicas y agradecidas se despedía de su choza
transitoria y de las piedras –sus amigas- y de la ardilla y el conejo y las
hormigas –sus hermanos- y del cielo suyo arriba… Y reemprendía la marcha, fiel
a la cinta heptacromática que lo conducía a su maravilloso Tesoro…
En muchas ocasiones la senda del
Arco Iris lo llevó al encuentro de otros viajantes y caminó y conversó con
ellos y compartió con ellos la vida y el agua del arroyo y las hierbas
comestibles y aprendió también en su compañía el valor del silencio compartido…
Escuchaba atentamente las palabras que le decían buscando encontrar en ellas, algo
al menos, la propia palabra suya. Y se alegraba con los ecos y los sonidos y
las vibraciones semejantes. Y luego escribía su palabra, pausada y
regocijadamente, a la luz de la hoguera y de la luna y de las parpadeantes
estrellas… La mayoría buscaban tesoros distintos al suyo y se separaban pronto,
nostálgicos y agradecidos, deseosos de encontrarse nuevamente, en alguna otra
encrucijada de sus propios caminos…
En
dos ocasiones se encontró con otros como él, gambusinos perseguidores de Arco
iris, y viajaron más tiempo juntos y construían juntos las chozas transitorias
y la vida (¡era la vida más y mejor Vida cuando el Camino del Arco Iris lo
recorría junto a otros como él de almas-miradas-pasos semejantes!)… El primero
de ellos le dijo después de muchos años, en una mañana en que reapareció el
Arco Iris: “Esta es la última vez que
obedezco al Arco Iris. Estoy cansado. Si no encontramos la Olla del Tesoro me volveré a
mi pueblo. Tal vez, como muchos dicen, no hay ninguna Olla del Tesoro al final
del Arco Iris”… Él escucho atentamente sus palabras, pero no encontró
ningún eco, ni sonido, ni vibración semejante. No había allí nada acerca de su
propia palabra. Y, respetuoso y comprensivo, guardó silencio… Cuando nuevamente
desapareció el Arco Iris, aquel caminante fatigado, entristecido, volvió sobre
sus viejos pasos, mientras que él, regocijado, continuó construyendo pasos
nuevos por delante suyo…
El
otro peregrino no era él sino ella… Y fue un caminar… glorioso… Compartieron el amor y, al
compartirlo, el amor se hizo verdaderamente amor y se hizo vida y alegría… Y
construir chozas transitorias fue doblemente gozoso… y no fue tan doloroso
despedirse de las piedras y del agua… y presentir al Arco Iris y reemprender la
marcha, juntos, entrelazadas las manos, era siempre… sublime… prodigioso… inefablemente glorioso… En los silencios
y las palabras que compartió con ella encontró a raudales su propia palabra, y
la escribía encendidamente, mientras ella dormía…
…Hasta que un día… se quedó su amada
definitivamente dormida… y él no pudo despertarla con sus besos ni con el
elíxir milagroso de sus lágrimas… Ese fue el único día que él dudó de seguir
detrás del Arco Iris y su Olla del Tesoro… Ese día deseó dormirse junto a ella
y ponerse a soñar junto con ella el sueño definitivo… Ese día se le nubló todo
por fuera y por dentro y el Arco Iris pareció también haberse ido… Hasta que,
en algún momento de esas terribles horas arrodillado junto a ella, mientras la
acariciaba con el alma de sus manos, le pareció escuchar de ella un mensaje
amorosísimo a través de sus labios cerrados. Y él supo sin ninguna clase de
duda que era la palabra de su amada cuando descubrió instantáneamente que era
totalmente también palabra suya: “Seguiré
contigo, amado –le decía-, en el
camino del Arco Iris”… Palabra vibrante y mágica que a él pudo despertarlo
y que le permitió dejar el cuerpo de su amada y saberse dichoso y vivo junto a
ella al reemprender la marcha, y saberse amante-amado a cada paso que ambos
daban bajo la guía de la curva multicolor que se extendía en el cielo…
Un día… tan ordinario y tan
extraordinario como cualquier otro… encontró
la palabra única suya sobre la
Olla del Tesoro y sobre el Arco Iris… La encontró en cada
uno de sus libros y en el cielo arriba suyo y en su choza transitoria y en el
agua que bebía… ¡La encontró por todas partes, clara y recia, fuerte y
limpia!... Y la escribió por tres veces en la última página de sus doce mil
páginas escritas… La escribió así, con la mano de su alma y con el alma de su
mano: ¡clara y recia!, ¡fuerte y limpia!… Y se despidió nostálgico y agradecido
de todas sus chozas transitorias y de todos los trozos de Arco Iris y de
todas-todos sus amigos y hermanas… Y su cuerpo-alma y su alforja y todos sus
libros y sus doce mil páginas escritas y el alma de su amada se convirtieron en
oleadas de energía y de esperanza y de fuego y comenzaron a recorrer los
cuerpos-almas de otro y otro y otro caminante-gambusino-peregrino detrás del
Arco Iris y sus Ollas del Tesoro…
Cuentan los que intentan responder a
los que insisten en preguntar lo que es inútil y ocioso preguntarse que… la
última página con la última palabra única suya sobre la Olla del Tesoro y sobre el
Arco Iris… al transformarse en oleada de energía y de esperanza y de fuego…
quedó impresa en cada Roca donde él posó su mano al despedirse cada vez que
reemprendió el camino… Hasta el día de hoy -se dice a los que sólo tienen
preguntas en lugar de tener la decisión de emprender su propio camino- puede
leerse la hoja doce mil en cada Roca que inevitablemente encuentran los cientos
y miles de peregrinos que se guían por el Arco Iris y buscan su Olla del
Tesoro: “¡La Olla
del Tesoro es el Camino del Arco Iris! ¡La Olla del Tesoro es el Camino del Arco Iris! ¡La Olla del Tesoro es el Camino
del Arco Iris! ”… Cuando ellos leen estas triplicadas palabras –siempre
sucede, como un milagro, cuando reaparece el Arco Iris-, sus cuerpos-almas son
recorridos por oleadas de energía y de esperanza y de fuego… y reemprenden el
camino… vigorosos… felices… agradecidos…
¿de Álvaro Sierra Máyer?
SINFIN