4.4. El Sufrimiento como Fuerza Homeopática
(El Sufrimiento decidido desde la Profunda Alegría)
“Cuando empecé a amarme a mí mismo, supe que la angustia y el
sufrimiento emocional eran solo señales de advertencia de que
estaba viviendo en contra de mi propia verdad” (Charles Chaplin)
Intentemos mirar el Logo de nuestro Curso de Homeopatía Integral, e intentemos entrar más hondamente en el mensaje simbólico de nuestros dos árboles. ¿Qué dice este “mensaje” a nuestra Cabeza, qué dice a nuestro Corazón, y qué dice, sobre todo, a nuestra Voluntad?... Penetremos en esa oscuridad, en esos grises... Miremos también esos tonos blanquecinos que parecen querer asomarse... Esas ramas retorcidas... Esa cierta sequedad... Tal vez ese Sufrimiento, esa Muerte... Y luego, sin perder de vista esta Visión de la Oscuridad, miremos el Círculo Central, Luminoso, Amarillo, Resplandeciente, como un Sol, en medio de nuestro Logo... ¿Qué nos significa? ¿Qué nos dice acerca de lo que somos... o de lo que podríamos ser?... ¿Qué nos recuerda acerca de lo que queremos... o de lo que podríamos decidir?... Veamos ese enorme SI central... Veamos nuestra figura del Eneagrama detrás del SI... Miremos nuestro lema alrededor de este Sol (“Similia Similibus Curentur”: “Que lo Semejante se Cure con lo Semejante”)... Miremos, pues, el potencial de Curación, de Luz, de Alegría, de Plenitud... Miremos el contraste entre los Árboles y el Sol. Miremos la Luz y miremos la Oscuridad... Miremos lo que somos, o lo que podríamos Ser... Miremos nuestras tres “V” arriba (“VE más lejos, VE, más alto, VE más profundo” –“Duc in altum”-)...
Miremos Lejos, Alto y Profundo en este tema particularmente especial. Difícil, pero, precisamente por lo “difícil”, especial y necesario... Veamos, sobre todo, que el Círculo Luminoso es lo Central, lo Esencial... En cierto modo el Círculo quiere abrazar la oscuridad, a los árboles secos y retorcidos que representan la Oscuridad, la Enfermedad, la Muerte... ¡Que crezca nuestro Sol! ¡Que crezca nuestro SI!... Que crezca interiormente nuestro Sol. Ese Sol que en el tema de “El Ermitaño” decíamos “es el Sol del Microcosmos”: ¡Nuestro Corazón!... Así como el sol del macrocosmos es la razón de la Vida (sin ese sol todo estaría muerto, estaríamos muertos), ese sol que representa a Dios y a todo lo Grande y Bueno y Generoso que se nos obsequia, así es o puede ser el Sol Interior de nuestro Microcosmos. Hoy decidamos –porque eso depende más de nosotros- que crezca nuestro Sol Microcósmico, el del Corazón. Que se hagan presentes los Latidos de la Vida que son nuestro Microcosmos, nuestro Sol Interior. ¡Somos Sol! ¡Somos Uno, Bueno, Verdadero y Bello!. Y eso se expresa en ese “SI”, y en ese Círculo Luminoso. En ese “SI” especialmente porque no es lo que “seamos” por decisión de nadie exterior a nosotros, ni siquiera de Dios. El Sol Interior, para su Crecimiento y para su Plenitud en el Amor y en el Servicio requiere el “SÍ”, el “SI” del Sanador Integral...
Y es necesario que crezca el Sol y crezca el SI porque hablaremos otra vez aquí de un tema al que cuesta mucho trabajo decir “SÍ”: El Sufrimiento... Este es un asunto al que todos tendemos espontáneamente a decir “NO”. Por eso es este un tema difícil. Se asoma a lo más profundo en nosotros. Se asoma a lo más interior en nuestro Interior. Se asoma a una realidad en nosotros muy presente y muy constante, y aun así, tan presente y tan constante, no descubrimos que es una realidad esencial y vital. Una realidad maravillosa, “planeada”, para cada uno de nosotros y para el Cosmos total... No descubrimos ni comprendemos esta idea del “Sufrimiento” como una “Fuerza Homeopática”... Hablar del Sufrimiento como Fuerza Homeopática sólo puede ser a partir de la comprensión de que en este universo hay Fuerzas maravillosas de sanación y que una de ellas es el Sufrimiento mismo. Hay que comprender que aquello de lo que más huimos –el dolor, el sufrimiento, la “enfermedad”, incluso la “muerte”- son también Fuerzas Homeopáticas de Sanación, ¡son Bendiciones, en realidad, que no sé cuántos siglos o milenios tardaremos en descubrir, comprender y agradecer!
Ojalá que, a través de este tema, la Vida, el Cosmos, nuestra Interior Decisión, nos permitan descubrir al Sufrimiento precisamente como eso, como Fuerza Homeopática. Y que no le huyamos, no nos escondamos de él. Porque, si queremos ser Sanadores Integrales y logramos convencernos de que el Sufrimiento es una Fuerza Homeopática más –y no sólo una más, sino una muy central- entonces comprender esa Fuerza, asumirla, aceptarla, decidirla, nos convertirá en Auténticos Sanadores Integrales...
Hemos mencionado aquí que podemos no ser muy “científicos” o no ser muy “artistas” o no muy “espirituales” y que eso pudiera dificultarnos el estudio de la Homeopatía. Y dijimos entonces: el Amor es el que nos hace capaces a todos de ser Sanadores Integrales y todos podríamos graduarnos con tan sólo esa Fuerza fundamental: el Amor Profundo, el que unifica Eros y Ágape, el “Amor Casto”, el Amor Pleno... Pero ahora tenemos que decir, aún más profundamente, y especialmente para aquellos que pudieran reconocer que tampoco tienen el Amor que hace falta, que no lo han decidido –o sí, pero un amor “dualizado”, “polarizado”, no equilibrado-, que si sólo descubrimos, dentro y fuera de nosotros la Realidad del Sufrimiento y su enorme Poder, y decimos “SÍ”, entonces podremos convertirnos en Verdaderos Sanadores Integrales... Sólo el que dice “NO” al Sufrimiento es quien no podría graduarse en nuestro Curso de Homeopatía Integral. Porque no habría la Fuerza Esencial, el Motor de la Evolución, la Raíz de la Vida –como vamos a explicar en este y en otros temas- que nos conduzca a Ser Salud y a Dar Salud... Si descubrimos esta Fuerza del Sufrimiento, o la afirmamos más profundamente, podremos decir “SÍ”. ¡Eso sí soy! ¡Eso sí tengo! ¡Estoy rodeado de Sufrimiento! ¡Mi Ser Interior es Sufrimiento! ¡En mi vida exterior hay Sufrimiento! Si eso es lo que se necesita, si eso es una Fuerza, entonces a mí me sobra. Está conmigo. Me acompaña. Eso soy. Es parte de mi Ser, de mi Saber y de mi Hacer-Amar. “¡Aquí estoy!”...
Y, como diremos en seguida, en el tema de nuestra Homeocreatividad en este Libro: ¡Qué difícil aceptar la “Misión”! ¡Qué difícil aceptar la “Enfermedad” (aneurisma, o cáncer, o lo que sea) que nos empuje a la Vida y a la Transformación y al Servicio! Pues ahora hay que seguir ahondando en esta dificultad que es al mismo tiempo la Gran Solución... Si en el tema que viene, “El Sufrimiento como Camino de Transformación”, te quedas con la sensación de que “no eres, no sabes, no puedes”, lo que tienes que “entender” ahora –ojalá experiencialmente, porque la inteligencia no basta para “entender” esto- es que el Camino para ser-saber-poder es decir SÍ al Sufrimiento... No se puede entender que haya que decir sí al Sufrimiento sólo por la inteligencia, aunque también puede ayudar (hay maravillosos argumentos intelectuales que en este tema reflexionaremos). Tenemos que abrirnos desde el “cerebro completo”, no sólo el “izquierdo”, el “lógico”, aquel al que estamos más acostumbrados a usar... No es la inteligencia. Es sobre todo el Sentimiento, la Emoción, la Vida del Alma, y la Voluntad –el Amor, la Decisión profunda- lo que nos puede hacer “comprender” el Sufrimiento y lo que significa como Fuerza Homeopática... Y que puede hacer que tal Sufrimiento se decida desde “una Profunda Alegría”.
No hablamos aquí del Sufrimiento en un sentido “dolorista” o “masoquista”, pues esto sí nos disminuiría como seres humanos... Por eso este tema, paradójicamente, está en nuestra Asignatura de Homeoalegría. Parece un contrasentido. ¿Cómo hablar del Sufrimiento en el tema de la Alegría? ¡Pues ese es el punto! Tal vez la decisión, la única decisión difícil para que este Sufrimiento como Fuerza Homeopática sea el Motor y la Raíz de nuestra Capacidad de ser Sanadores de los demás, la única condición, es que decidamos que el Sufrimiento que de por sí está siempre presente sea ACEPTADO y, tal vez, DECIDIDO... Ahí está, y estará. El que yo le diga “NO” al Sufrimiento no quiere decir que va a desaparecer. Eso sí es un contrasentido. Entre más luchamos contra el Sufrimiento más se hace presente... Por eso, la Decisión en este tema es decir “SÍ”, pero desde una profunda Convicción, desde una profunda Salud –en cierto modo-, desde una Profunda Alegría... No es decir: “Pues ya ni modo”. Eso no es decir “SÍ” desde la profunda Alegría. Eso es resignación, y también es útil, y la mayoría tenemos que hacer eso muchas veces. Pero no. El secreto no es la resignación, ni es la indiferencia. No es el rechazo, pero tampoco la indiferencia. Ni la resignación, que es un modo de la indiferencia... Es decir “SÍ”. Es descubrir que el “SÍ” es ese Sol del que hablábamos, y que el rechazo, la indiferencia o la resignación es esa oscuridad que todavía asoma, aun cuando hagamos crecer el Sol de nuestro microcosmos...
0. Cuando el Sol se apaga
Entonces, hay que permitirnos reconocer que el Sol, en nuestra vida, el Sol de nuestro microcosmos, así como el Sol del macrocosmos, se apaga. Se apaga cada día. Tenemos que saber y aceptar eso. Reconocer eso. Decirle “SÍ” al Sol que se apaga. Al Sol exterior y a mi Sol Interior... Decir SÍ en la Esperanza y en la Confianza de que es una Fuerza Homeopática. Decir SÍ con Alegría. Sí a la noche. Sí cuando el Sol se apaga...
Les invito a abrir el Corazón en este tema. A abrir, más específicamente, nuestra Sensibilidad Artística. Les invito a que tengamos, a través de estas líneas, una experiencia literario-musical: Poesía, Música, Cuentos, Canciones, Historias... Porque -no sé qué piensan ustedes- hablar del Sufrimiento es tan duro que tal vez sea mejor intentarlo desde el ángulo suavemente bello del Arte, que podría hacernos menos difícil la comprensión... Porque, como hemos dicho, no se trata aquí de una comprensión meramente intelectual. Y entonces el Arte nos abre la sensibilidad de otras vías, las del Cerebro Derecho –o tiene la oportunidad de hacerlo, si nos disponemos-... No todos tenemos espontáneamente o mayoritariamente esa sensibilidad, y por ello les pido un especial esfuerzo a quienes no se les facilita esta conexión con la parte artística de su ser... Intentar comprender, no intelectualmente sino emocionalmente-vivencialmente-experiencialmente-sensiblemente, qué me comunica un poema o una canción, qué decisiones me produce o me quiere producir...
Y hablamos de apagar el Sol, o de oscurecer el Sol –también el de nuestro microcosmos-, porque ya lo hemos hablado esto en nuestro tema de “El Ermitaño”. Recuerden cómo el Ermitaño nos va conduciendo a la idea de que cuando tomamos la decisión o aceptamos que el Sol se apague -ese Sol que aparentemente ilumina a los dos árboles, a nuestra realidad de Enfermedad o de Sufrimiento-, ¡vemos la Luz que no veíamos antes! Vemos el blanco que no se veía alrededor o detrás de esos árboles. Vemos el gris que no es exactamente negro. ¡Vemos lo que somos, con todo y su Luz! ¿O no? Cuando viene la noche, ¿no aparece la Luna –por ejemplo-... o podemos nosotros encender una lámpara –como el Ermitaño-, o un foco, o una llama que ilumine? ¡Aparece la Luz de cada polaridad representada por cada uno de los árboles! Aparece la Luz de lo que yo soy y de lo que es el de enfrente. Aparece una idea como Luz, y aparece alguien en el otro polo que rechaza esa Luz y plantea otra idea también como Luz. O el Bien que allá defiendo –Bien para mí- es seguido por otro Bien que allá, en la otra orilla, defiende alguien más –Bien al menos para él-... El Ermitaño nos enseñó que él tiene que “apagarse” (el Don del negro perfecto) para hacerse Semejante. El Sol, pues, mi Sol –dice el Maestro- tiene que “apagarse” porque sólo así me hago Semejante a ti. Yo también soy Oscuridad... El Sol del Macrocosmos nos dice a nosotros cada día, sin faltar uno solo, que también es Oscuridad, que también “no existe”, que también “desaparece”, porque se hace Semejante a nosotros...
El Ermitaño puede curarnos –el maestro, el educador, el sanador- en la medida en que dice al árbol enfermo, al ser humano enfermo: “yo también estoy oscuro... abracémonos... comprendamos que Somos Uno... Consolémonos mutuamente”... Se lo dice a este árbol, y se lo dice también a su “aparentemente opuesto”. A estos dos que están separados y tal vez “peleados”. ¡Con Ambos se une! El Ermitaño le dice a uno: “Tengo tu Luz, tu pequeña luz, tengo tu oscuridad. Soy tú”. Y le dice al otro, simultáneamente, “Tengo tu Luz, tu pequeña Luz, tengo tu oscuridad. Soy tú”... “Soy ambos. Y, porque soy ambos, podemos unificarnos. Somos Uno. Todos. No hay sólo ‘1’. Ni sólo ‘2’. Hay un ‘3’. Un ‘3’ también de Sufrimiento, de Oscuridad, que puede hacerse Vida, Plenitud, Luz”...
En la Nueva Oscuridad que decide el Ermitaño –y cada maestro y sanador- se pronuncia un “¡Hágase la Luz!”. Frente a aquel modo de la oscuridad y la enfermedad y el sufrimiento y la muerte (el primer árbol), ¡hágase la Luz! Y frente a este otro modo de la oscuridad y la enfermedad y el sufrimiento y la muerte (el segundo árbol), ¡hágase también la Luz!... El Sanador Integral cuando abraza a su enfermo sufriente, reconociendo su propio Sufrimiento, y llora con él –por ejemplo-, está diciendo: “¡Hágase la Luz!”. Pero no para “este enfrente de mí”, como si yo estuviera lleno de Luz y sólo viniera misericordiosamente y compasivamente a “derramar mi Luz”, porque yo fuera “intocable”, porque “yo no sufro”. No. Eso no existe como Sanación. El sanador que dijera-sintiera esto tiene un orgullo, un ego enorme, que le hace ser un “principiante” que ni siquiera sabe el comienzo del Camino, y que pretende arrogantemente atribuirse el Poder de Dios de “curar” a alguien desde la postura de “yo estoy bien” y “tú estás mal”. ¡Eso no es ser Sanador Integral! ¡Pero no lo podremos comprender si no es a través de la Experiencia en este tema hecho Decisión y Vida!... Yo he de decidir reconocer mi Sufrimiento, mi Soledad, mi Nada, porque quiero hacerme Semejante a mi enfermo, y abrazarme a él, y llorar, juntos, y hacer la Luz, juntos...
¡Eso es la Consulta Homeopática! Yo no sé qué tanto lo han experimentado, ¡pero eso es! ¡No hay otra! ¡No tenemos “magia” en el sentido exterior y equivocado! Esto y no aquello es lo que intentamos enseñar en nuestro Curso de Homeopatía Integral... Todos empezamos un Curso de Homeopatía pensando que vamos a encontrar la Luz y nos vamos a convertir en Soles en ese sentido “inflado” del Ego y de la Soberbia, y... ¡está bien! ¡Tal vez sólo así nos acercamos a la Sabiduría! –otros ni siquiera se acercan por una más grande Ego y Soberbia: ¡ya tienen el Sol, qué van a interesarse por pequeñas lucecitas!-. ¡Y después tenemos, entre más profundizamos, la Oportunidad de descubrir, de recordar, “apagando” el ego y la soberbia, que no somos Soles, pero queremos serlo! ¡La Oportunidad de abandonar el falso sol que sólo lastima con su “luz” y con su “brillo” a los demás! ¡La Oportunidad de reconocer la Verdad de nuestra Oscuridad de Interior, de quitarnos la máscara de “sol”, porque entonces el enfermo no tendrá que huir de nosotros, como se huye del brillo del “falso sol”, cuando quema, cuando lastima los ojos exteriores e interiores!... Recuerden que sólo vemos al Sol directamente, muy de vez en cuando, ante la maravilla de un Eclipse –otro excelente análogo del Sufrimiento aceptado, e incluso Decidido-, de día, cuando podemos levantar los ojos, por unos segundos solamente, para mirarlo, sin acabar con los ojos dañados o destruidos...
Es una tristeza que el médico –no voy a decir Sanador Integral- sea como una especie de “sol” al que el enfermo no puede mirar. Cuando nosotros logramos ser Sanadores Integrales, aunque sea sólo por unos segundos, y decimos ¡hágase la Luz! –como en un Eclipse Microcósmico-, entonces el enfermo puede mirarnos a los ojos y encontrar Auténtica Sanación. Podemos encontrar, ambos, Conexión y Verdad y Salud. ¡Es el Abrazo! ¡Es el “Somos Uno”! ¡Es el descubrimiento de que nuestro Sufrimiento no es una “inutilidad”! ¡El Sufrimiento, el de ambos, es Fecundo! ¡“Te puedo enseñar sobre eso porque yo lo he descubierto y lo vivo”! ¡El Abrazo en el primer árbol. El Abrazo en el segundo árbol. El Abrazo en el Centro de ambos. “Hágase la Luz”!... Esto es lo que estaremos diciendo en este tema...
Piensen, entonces, para entender mejor estas ideas, que no es que ustedes estén en el primer árbol, ni están en el segundo árbol. Están en el Centro de ambos. Son el Sanador Integral que tiene que “oscurecerse”, que tiene que aceptar su “nada”, su “pobreza”, para ser “Algo”, para “hacer el Bien”, para “asemejarse” a todo otro Sufrimiento... Porque, recordando la más sublime Analogía, “Dios se hace carne” (Flp 2,6-11), “Dios se hace pobre”, “para que nosotros seamos ricos” (2Co 8,9). ¡Esa es la maravilla de la Encarnación y del Dios que “se despoja de Sí mismo”, de su Sol –por así decir-, que se hace “oscuridad”! ¡Nos enseña el Camino de lo Divino! ¿El Nuevo Camino? No. El Camino Eterno, el de siempre, pero que apenas comprendemos, tal vez, a partir de hace dos mil años –o tenemos la oportunidad de descubrir-. El Dios Encarnado, el Eterno, es el Mensaje para que nosotros también “dejemos de ser dios”, de creernos “dioses”, la arrogancia, la soberbia, la fatuidad, y “nos encarnemos”, nos acerquemos al enfermo, al pobre, al “oscuro”. Y no por una “falsa” actitud de servicio y de amor. Me acerco porque “soy tú”, porque me reconozco en ti, porque en ti brilla mi propia oscuridad...
Entonces, encontramos esa “Síntesis Superior”, esa Luz, esa “Tercera Luz”. No ya la luz del primer árbol, ni la del segundo. ¡Las dos juntas, construyendo una Tercera Luz! ¡La Luz del Arco Iris! ¡La Verdadera Enseñanza-Sanación! ¡La Síntesis Superior!...
Recordemos el Arco Iris y, muy arriba, en su “Cuerpo de colores”, el Blanco. O, muy abajo, el Negro, representando toda la Realidad, todo lo que somos... Y profundicemos: La Verdadera Enseñanza, o la Verdadera Vida-Sanación –ahora en este Libro y en este tema hay que recalcar más esto último- ¡no es la Luz “arriba” que ciega, ni es tampoco la ignorancia “oscura” de “abajo”! ¡La Verdadera Vida-Sanación sólo ocurre en el Centro, en el colorido del Arco Iris. El Maestro, el Sanador Integral sólo es aceptado y comprendido, y cumple su función de Enseñar y Sanar, cuando no es un “sabio inaccesible” (el “blanco cegador arriba”), ni tampoco un ignorante con máscara de “sabio” (el “negro caótico abajo”). Hay Sabiduría en el “Blanco arriba”. Y hay Ignorancia en el “Negro abajo”. Pero la capacidad de Unificación de estas dos Polaridades ocurre en el Centro, a través de los diversos modos de Conocer-Sanar. El Ermitaño (Maestro y Sanador Integral) representa este Centro Unificador. El Ermitaño (el Sanador Integral) no es un “Médico Sabio”. El Ermitaño (el Sanador Integral) no es tampoco un “Hombre común” –el Curso de Homeopatía Integral no hace hombres comunes, en este “mal sentido”-. El Ermitaño, en su colorido Camino del Arco Iris es un Maestro, un Sanador Integral. Es aquel que no ofrece un “sol que deslumbre”, pero tampoco una ignorancia que mantenga a su alumno-enfermo en la “falta de luz”...
Pero el punto de estas ideas es hacerlas “vivenciales”... Ahora he recordado más “intelectualmente” ideas muy complicadas y difíciles que en aquel tema llamábamos “el Don del Negro Perfecto”. Ideas profundas y transformadoras, pero muy “intelectuales”, y, por tanto, a veces, “cegadoras” y “oscuras”, con un alto riesgo de no producir “realizaciones y resultados”, “frutos fecundos”, que es lo que pretendemos... Prometí un tema “literario-musical” y hemos de ir ya a eso, pues la literatura y la música, por su acariciador colorido, pueden, si así lo decidimos, neutralizar los malos efectos del “blanco cegador” y del “negro caos”... Entonces, les comparto el siguiente poema, que compuse hace muchos años, en medio de un gran Sufrimiento. Porque, como lo digo con frecuencia en este Curso, soy un hombre que ha sufrido, que sufre, que seguirá sufriendo –incluso por propia Decisión, por Aceptación profunda-... Ojalá nos hermanemos hoy en este “Sufrimiento”, pues seguramente cada un@ de ustedes que me lee podrá decir lo mismo: “Yo también he sufrido, y en este momento le podría hablar de varias situaciones y circunstancias que me hacen sufrir”... A veces el Sufrimiento llega a ser tan hondo, y calar tan hondo, que pensamos y sentimos y decimos cosas como estas que aquí les comparto, y que expresan solamente –es el arte de la poesía, aun de quienes no somos “poetas” realmente- lo que somos (o no somos), lo que sabemos (o no sabemos) y lo que podemos (o no podemos)... Intentemos la Experiencia. Intentemos comenzar a “aceptar”, incluso a “decidir” estos dolores y sentimientos humanos a través del “Recuerdo” que nos evoca un poema o una canción. Venzamos la tentación de “no querer recordar” lo que nos ha hecho o nos hace Sufrir... Permitamos la Conexión de este poema con las vibraciones semejantes que hay dentro de nosotros...
ME CAYÓ ENCIMA LA NOCHE 1
Me cayó encima la noche...
Una noche apretada y densa...
Inaguantable... Imposible... Inexpresable...
¿Han sabido ustedes lo que es eso?
¿Una noche que te dejó sin nada?
¿Que te asfixia? ¿Que te despedaza?
Un mar salado en los ojos...
Ríos de sangre brotando...
Un océano de fuego reventando...
Fulgores-luces-destellos que te confunden...
Fracasos-muertes-demonios que te torturan...
Palabras-voces-gemidos que te taladran...
¿Han sabido ustedes lo que es eso?
¿Una noche que te destroza el alma?
¿Que te desquicia? ¿Que te mata?...
Estoy seguro que la respuesta a estas preguntas, en el corazón de cada un@ de ustedes es “¡Sí!”... En algunos dolorosos momentos nos han dado ganas de morir, de asesinarnos a nosotros mismos. Nos han dado ganas de ya no vivir. Ante una pérdida: pérdida de amor o pérdida de alguien. Ante un fracaso. Ante la pérdida de un empleo. Ante un abuso de alguien, o de muchos... ¡Cuánto podríamos recordar! -¡y conviene recordar!-. ¡Recordar para aceptar! ¡Recordar para asumir! ¡Recordar para encontrar Luz y Fecundidad!... Estamos en este tema haciendo el intento del Ermitaño de “oscurecernos”, de “apagar” nuestro “aparente Sol”, la aparente Alegría con la que a veces vivimos... ¡Cuántos podríamos decir que a veces reíamos y bailábamos en una fiesta, y nadie sabía que, por dentro, estábamos totalmente vacíos y sin nada y “oscurecidos”! ¡Pues si esa es la Realidad cuando andamos en la “fiesta”, cuánto no más será cuando estamos en la soledad de nuestro cuarto, queriendo dormir como queriendo morir, queriendo “apagarnos” realmente y que nadie nos hable ni nos vea. ¡Esa es “la noche que te destroza el alma, que te desquicia, y que te mata”! ¡Es lo que somos! ¡Es la Realidad!...
Pero también, en este tema literario-musical, hay que intentar irnos “curando”.... Descubrir que en el “Negro Perfecto” hay también oportunidad de decir: “¡Hágase la Luz!”, como maravillosamente nos enseña Jaime Sabines en su poema “Gotas de Luna”...
GOTAS DE LUNA
“La luna se puede tomar a cucharadas, o como una cápsula cada dos horas… Es buena como hipnótico y sedante, y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía… Un pedazo de luna en el bolsillo es mejor amuleto que la pata de conejo: sirve para encontrar a quien se ama, para ser ricos sin que lo sepa nadie, y para alejar a los médicos y a las clínicas… Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido, y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir… Pon una hoja tierna de la luna debajo de tu almohada y mirarás lo que quieras ver… Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues, y dale la llave de la luna a los presos y a los desencantados… Para los condenados a muerte, y para los condenados a vida, no hay mejor estimulante que la luna, en dosis precisas y controladas”…
¿No es este un poema en prosa que nos impacta y nos hace sensibles?... Yo sólo quiero recalcar la última frase: “Para los condenados a muerte, y, sobre todo, para los condenados a vida –que somos los que experimentamos el Sufrimiento, o decidimos no aceptarlo o transformarlo-, no hay mejor estimulante que la luna”... Es decir, de todos modos la Luz, aunque sea “reflejada”... Por eso me encanta recordar y compartirles que en Homeopatía hay también un Medicamento llamado precisamente “Luna” (obtenido por exposición de azúcar de leche, en una cápsula de vidrio, a los rayos de la luna, mientras se revuelve con una varilla de vidrio –según la Experimentación Pura del Dr. Fincke y colaboradores-, o exponiendo agua pura –según la Experimentación Pura del Dr. Higgins y colaboradores), y que, de acuerdo a los resultados de las Experimentaciones, cura, entre otras cosas, la “irritabilidad”, el “deseo de estar solo”, la “tristeza”, la “depresión”, la “confusión mental”, la “aversión al trabajo mental y físico”, la “hiperexcitabilidad” y otros trastornos mentales y del sistema nervioso... Pero, más allá de este existente “remedio homeopático”, ¿qué tal si en medio de mi Sufrimiento volteo hacia la Luna y me bebo unas gotas de ella?...
1. El hecho del Sufrimiento