TÚ ERES TU PROPIO SANADOR

TÚ ERES TU PROPIO SANADOR
(LA AUTO-SANACIÓN)

“Atendamos en silencio y en gozo. Éste es el día en que la sanación viene a nosotros. Éste es el día en que se acaba la separación y recordamos quiénes somos realmente” (Helen Schucman)

0. Introducción

            En la actualidad se habla mucho de “Auto-curación”. Hay un gran número de libros y artículos al respecto. Sin embargo, aunque así lo pareciera, no es un tema “nuevo” en Medicina.

            Ya Hipócrates de Cos, hace 24 siglos, escribía al respecto: “La fuerza curativa natural que habita dentro de cada uno de nosotros es la mayor arma de que disponemos para recuperarnos”... Y la Homeopatía, desde hace más de dos siglos, tiene como uno de sus principios fundamentales el “Natura morborum medicatrix” (“La Naturaleza es la que cura las enfermedades”), también llamado “Vis medicatrix naturae” (“Fuerza curadora de la naturaleza”), principio también atribuido a Hipócrates y que señala el poder curativo interior y de la propia naturaleza...

            Curación y Sanación

            Hoy, eso sí, se intenta hacer una distinción entre los conceptos “Curación” y “Sanación”. Por eso el Dr. John E. Upledger señala:

“Antes de hablar del autodescubrimiento y de la autosanación, es preciso examinar los significados de los términos ‘sanación’ y ‘curación’. La distinción entre ambas palabras obedece a una polarización que está desarrollándose entre los profesionales de la salud. Los dos términos comparten, esencialmente, el mismo significado lexicográfico; ambos se refieren a un método o forma de tratamiento reparador que busca restablecer la salud. Pero este significado oficial no capta el sentido que actualmente han adoptado estas palabras en el mundo de la salud... Hoy en día, es frecuente que utilicemos el término sanación al referirnos a lo que hace el paciente mismo (o su organismo) para resolver un problema corporal, mental o espiritual, mientras que el término curación suele referirse, normalmente, a lo que el médico o terapeuta le hace al paciente[1]...

Dice también, más adelante:

“La razón por la que tenemos que aclarar la diferencia entre sanación y curación es bastante sencilla: la terapia eficaz –sea cual fuere su forma exterior- inicia, facilita y apoya los esfuerzos de autosanación, mientras que el efecto del proceso de curación es más temporal, y quizá sólo paliativo. Aunque la curación puede eliminar, por decirlo de algún modo, los síntomas externos de la enfermedad, normalmente no actúa sobre las causas que provocan esos síntomas[2]...

Es excelente el ejemplo concreto que pone el Dr. Upledger, sobre la diferencia entre “curación” y “sanación”:

“Por ejemplo, un médico podría ‘curar’ las hemorroides extirpándolas mediante una intervención quirúrgica. Sin embargo, si las hemorroides son la consecuencia de un hígado congestionado por alcoholismo crónico, el trastorno no se sanará hasta que el paciente no resuelva la razón subyacente al abuso del alcohol. En este caso, quizás el médico acertaría más si dejara las hemorroides como están, para recordar y tal vez motivar al paciente a centrarse en su alcoholismo. De esta forma, la causa real del problema podría ser erradicada  camino algún día.
Por tanto, y siguiendo con nuestro ejemplo del paciente alcohólico con hemorroides, debemos considerar que, aunque la extirpación de las hemorroides podría aliviar temporalmente algunos de sus síntomas, también elimina un camino a través del cual el self interior está intentando llamar la atención sobre el problema del alcohol. Si se eliminan las hemorroides y se continúa abusando de la bebida, al self interior no se le deja otra opción que la de seleccionar otro órgano para recabar atención.
El siguiente ‘objetivo’ podría ser la vesícula biliar. El nuevo paso consistiría en que el cirujano extirpe la vesícula biliar, que podría estar llena de cálculos biliares. La verdad es que el médico siente que tiene motivos suficientes para realizar ambas operaciones, pero no se ha intentado determinar si el self interior del paciente busca enviar un mensaje subyacente a la mente consciente. Así que, ahora, nos encontramos con un paciente que bebe muchísimo, sin hemorroides y sin vesícula biliar, que aún tiene poca idea de por qué abusa del alcohol. Quizá la bebida sea para él una forma de escapar de los sentimientos de culpa inculcados por alguno de sus padres durante la infancia. Si es así, el tema queda sin explorar, y continúa el abuso, hasta que, con el tiempo, empieza a fallar la función del hígado.
Puesto que el deterioro va en aumento, la ‘voz interior’ de la sabiduría del cuerpo sentirá la necesidad, cada vez más urgente, de contactar con la mente consciente del paciente. De este modo es probable que aparezcan várices en el esófago. La situación, ahora crítica y amenazadora, pone en peligro la vida y requiere una supervisión conjunta de especialistas y cirujanos. Una vez que se hayan tratado las várices quirúrgicamente, es ya muy poco lo que se puede extirpar, excepto el hígado mismo, en casos excepcionales, cuando se efectúa un trasplante. Sin embargo, el especialista de medicina interna suele verse obligado a mantener el funcionamiento del hígado que falla y del que tanto se ha abusado, hasta que el paciente muere.
Pero volvamos un poco hacia atrás. En algún punto del camino se podría haber llamado a un psiquiatra, bien para tratar el problema del alcohol, o bien porque podría haberse reconocido al paciente como una persona con tendencias suicidas. En cualquiera de los casos, las características de la mayoría de los fármacos recetados por el psiquiatra alterarían la mente y resultarían hepatotóxicos (envenenarían el hígado). Por tanto, la ‘voz interior’ tendrá incluso menos posibilidad de comunicarse con la mente consciente –afectada por los fármacos- a propósito del porqué del abuso del alcohol (como, por ejemplo, la culpa no resuelta), y la función del hígado se verá aún más dañada por la naturaleza tóxica de los fármacos, con lo que, al final, el paciente morirá prematuramente.
Probablemente, la causa de la muerte será registrada como ‘fallo del hígado por exceso de alcohol’. Sin embargo, desde nuestra perspectiva sería tan acertado decir que la causa de la muerte fue la extirpación de las hemorroides, realizada sin buscar el mensaje oculto en ellas; o la segunda anulación de la ‘voz interior’, que estaba intentando hablar a través de la vesícula biliar[3]...

Sobre estos conceptos de “curación” y “sanación” dice también la Enfermera diplomada y doctora en Filosofía Janet F. Quinn:

La palabra inglesa heal (equivalente a la española ‘sanar’) procede del término anglo-sajón healen, que significa ‘ser o llegar a ser sano y total’. Está claro que, por lo que respecta a los seres humanos, esta salud-totalidad abarca demasiado como para verse limitada al mundo físico. De este modo, al igual que la ausencia de alguna parte física o la pérdida de alguna de sus funciones no niegan la salud-totalidad, la presencia y el correcto funcionamiento de estas mismas partes tampoco la garantizan”[4]...

Stanley Krippner, doctor en Filosofía, precisa aún más la diferencia entre “curar” y “sanar”:

“El aprendizaje y el dominio son componentes importantes de la sanción. Además, demuestran la diferencia existente entre ‘curar’ (eliminar el síntoma de una enfermedad y devolver al cliente la salud) y ‘sanar’ (obtener la salud del cuerpo, de la mente, las emociones y el espíritu). En otras palabras, puede que sea imposible curar a un paciente porque su enfermedad es crónica o terminal. Pero ese paciente podría ser sanado mental, emocional y espiritualmente, si el sanador le ha enseñado a repasar su vida, a encontrarle significado y a reconciliarse con la muerte, o si ha aprendido a controlar y a reducir al mínimo la tensión derivada de una situación crónica”[5]...

La Dra. Elisabeth Kübler-Ross da también un ejemplo muy ilustrativo de la diferencia entre “curación” y “sanación”:

La sanación no supone necesariamente llegar a estar físicamente bien o ser capaz de levantarte y andar otra vez, sino que significa lograr un equilibrio entre la dimensión física, la emocional, la intelectual y la espiritual. Por ejemplo, los niños de cinco años que han estado enfermos con leucemia durante dos o tres años suelen ser muy despiertos espiritualmente. Parece que cuanto más tiempo sufren físicamente, más se abre su dimensión espiritual y se hacen más intuitivos. Dan la impresión de un alma anciana y sabia que tiene mucho más conocimiento de la vida que, digamos, una persona de cincuenta o sesenta años. Al final de sus vidas, estos niños con leucemia padecen poco o ningún dolor. Están emocionalmente cuerdos, y poseen un nivel intelectual en que pueden compartir cosas que es casi imposible creer que procedan de un niño. Para mí, esto es sanación, aunque los pequeños no estén bien desde nuestro punto de vista terrenal”[6]...

La Dra. Rachel Naomi Remen es también muy clara en la diferenciación del método tradicional (curación) y del método “nuevo” (sanación):

“Al principio, yo aprendí pediatría, y el método era sencillo y directo. Entrabas en la consulta, dabas un diagnóstico, decidías lo que se necesitaba y lo ofrecías. El enfoque estaba en lo que como médico pensabas, percibías y decidías (un negocio muy solitario). Ése es el típico modelo médico de enfermedad... Desde entonces, he descubierto básicamente que no sé lo que es necesario. Pero si escucho al cliente, al self esencial de la otra persona –si se prefiere, a su alma-, descubro que, en el nivel más profundo de la mente inconsciente, el cliente sabe lo que necesita”[7]...

I. La Auto-Sanación (Enfoque de la Sanación desde el paciente)

            1) La Auto-Sanación como “Mecanismo Interno de Sanación”, como “Inteligencia Innata”, como “Mecanismo Interior Autocorrector”

            Sobre el concepto de “Auto-Sanación” el Dr. George Goodheart señala:

            “El cuerpo humano dispone de un maravilloso mecanismo interno de sanación; está construido y programado de tal forma que puede sanarse a sí mismo. En quiropráctica hablamos de una inteligencia innata, o una homeostasis psicológica que automáticamente lucha para restablecer el equilibrio en el cuerpo cuando éste ha detectado un desequilibrio en cualquiera de sus muchos y complejos sistemas. Esta inteligencia innata es la base común de toda sanación. Si la gente se cura con tipos muy distintos de sanadores y de métodos, es porque el verdadero sanador se encuentra en su interior. Las distintas modalidades no son más que formas de activar al sanador interno[8]...

            Y dice también:

            “Cada vez hay más pruebas empíricas que demuestran la existencia de un mecanismo interior autocorrector en el organismo. Por ejemplo, muchos científicos afirman que el cuerpo es un holograma, y que el cerebro contiene un anteproyecto tridimensional de la estructura del cuerpo como un todo, completo hasta el último detalle de su anatomía. Mis propias observaciones, derivadas de mi trabajo con los pacientes, apoyan esta idea. Añadiría, sin embargo, que además de un anteproyecto de nuestra estructura, parece que disponemos también de un anteproyecto de nuestra normalidad química y psicológica. El cuerpo reconoce e intenta corregir las desviaciones de estos sistemas
La sanación tiene lugar gracias a este modelo. Constantemente el cuerpo está comparándose con sus programas internos de forma y función ideales. Si percibe alguna discrepancia entre lo que ocurre y lo que debería ocurrir, desencadena automáticamente un mecanismo de autocorrección. La acción de este mecanismo se manifiesta entonces en forma de algún tipo de ‘síntoma’. Por tanto, el proceso de enfermedad es el resultado de los intentos del cuerpo por sanarse a sí mismo. Por esta razón, especialmente en el sistema locomotor, a veces llegamos a ser conscientes de dolores que nos incomodan durante uno o dos días, y después desaparecen. Surgen porque el cuerpo, habiendo detectado una desviación, intenta corregirla”[9]...

            2) La Auto-Sanación como “Algo Natural”, como “Inteligencia fisiológica”, como “Autocreación”, como “Gracia”

            A este respecto, dice la Dra. Rachel Naomi:

            “La sanación es algo natural. No es mágico, no es místico. No requiere ningún tipo de intervención esotérica. Es tu derecho de nacimiento, y el mío. Todos tenemos capacidad de sanación. Nos sanamos el uno al otro continuamente, y ni siquiera lo sabemos”[10]...

            Y afirma lo mismo el Dr. Martin Rossman:

            “Mi propio trabajo en medicina preventiva y con enfermedades crónicas se basa principalmente en la premisa de que la sanación es un hecho natural, un mecanismo innato del organismo. Existe una inteligencia fisiológica que sirve para mantener al cuerpo en homeostasis o equilibrio, al enfrentarse a todo tipo de retos procedentes tanto del interior como del exterior”[11]...

            Si “somos autocreados”, según el Dr. Deepak Chopra, entonces la “auto-creación” constante, la “auto-sanación” es lo natural en los procesos de la vida:

            Una vez que nos veamos como creaciones de la inteligencia, debemos admitir que somos autocreados. Realmente, estamos en un proceso de autocreación, porque la inteligencia nunca cesa de comunicarse consigo misma. La sangre no es una sopa química, es una autopista con múltiples carriles en los que están siempre viajando miles de mensajes, transmitidos por hormonas, neuropéptidos, células inmunológicas y enzimas, cada uno dedicado a alguna misión, cada uno capaz de mantener su propia integridad como un impulso de la inteligencia[12]

            El Sanador Stephen Levine dice lo mismo a través del concepto “Gracia”:

            “Otro denominador común en el proceso de sanación es lo que yo llamo gracia. Pero gracia es una palabra mal entendida en muchas ocasiones. No es un poder que viene desde fuera, desde arriba, desde otro sitio. La gracia es nuestra verdadera naturaleza, la fuente sanadora que llevamos dentro de nosotros... Así que, cuanto más nos acerquemos a nuestra verdadera naturaleza, más cerca llegaremos a estar de la sanación por la cual nacimos”[13]

            3) La Auto-Sanación, con “cura” o sin ella

            El Dr. Upledger hila fino y profundo cuando reflexiona sobre lo que realmente implica la “Auto-Sanación”:

            “Cuando el proceso de autodescubrimiento trae como resultado una auténtica sanación, podría provocar una ‘cura’, es decir, la eliminación de los síntomas o no provocarla. Porque la sanación verdadera va más allá de los síntomas; significa ver claros tu identidad real y tu propósito en la vida. Por esta razón la sanación puede implicar, a veces, pasarte el resto de tus días en una silla de ruedas, si es así como mejor puedes realizar tus propósitos en la vida. Podrías estar ‘sanado’, aunque permanezcas en una silla de ruedas, si es que reconoces que es así como tienen que ser las cosas para ti. Igualmente, la sanación podría significar reconocer que está bien morir. Podría significar que los problemas y conflictos que se te asignó solucionar durante esta vida ya han sido resueltos, y que ahora estás libre para dejar este ambiente
Así que el éxito del proceso terapéutico no proporciona necesariamente comodidad, fuerza muscular, alargamiento de la vida, o cualquiera de las otras cosas que nuestra tradición médica occidental ha llegado a considerar como la evidencia de la sanación. Sin embargo, una terapia eficaz proporciona a cada paciente una visión clara de lo que necesita hacer, y la fuerza e integridad mental, corporal y espiritual para hacerlo. Las metas de la terapia son eliminar el engaño y la autocompasión, ayudar a los pacientes a establecer una escala de valores y centrar sus vidas para poder crecer[14]...

            4) Toda Sanación (sin importar la “técnica”) es Auto-Sanación

            También la Dra. Janet F. Quinn pone a prueba nuestras viejas ideas acerca de la Sanación, producto de una “lógica equivocada”:

            “Lo más importante que podemos observar es que el lugar de la sanación se halla dentro del paciente. La sanación, no importa cuál sea la intervención, no es algo que pueda dar o poseer el terapeuta. Toda sanación, sin excepción alguna, es auto-sanación.
                Trabajamos bajo el mito de que es la ayuda prestada por los cuidados sanadores lo que cura o sana a la gente. Y esto es simplemente una ilusión, el producto de una lógica equivocada. Se parte de la base de que si un paciente mejora después de una intervención quirúrgica, mejora gracias a la operación. La realidad es que la cirugía no cura/sana. Los fármacos no curan/sanan. La persona que se opera, que toma el fármaco o que sigue un tratamiento alternativo debe sanarse a sí misma. Cualquiera de las ayudas mencionadas anteriormente, o todas ellas, podrían ser necesarias para eliminar las barreras que impiden la autosanación, o para estimular ésta, pero no son causas suficientes para la sanación. Sabemos, clínicamente y a través de diversas anécdotas, que esto es verdad. Sabemos de pacientes que han fallecido a pesar de haber sido sometidos a una intervención que fue un éxito”[15]...

            Y sigue diciendo esta extraordinaria Sanadora:

            La sanación es una respuesta del organismo entero, sinérgica, total, que ha de emerger desde dentro del individuo, si se quiere conseguir la recuperación y el crecimiento. He creado la expresión efecto Haelen para referirme a la totalidad de la respuesta sanadora. El efecto Haelen se caracteriza, entre otras cosas, por el principio del sistema de equifinalidad: muchos caminos pueden llevar al mismo punto final. El efecto Haelen puede ser estimulado por un número de intervenciones externas distintas, o por ninguna. La activación del efecto, la respuesta de todo el organismo hacia la salud-totalidad, es el objetivo de cualquier intervención sanadora.
                La intervención diseñada para lograr este objetivo empieza con los enfoques menos invasores de que se dispone, y sólo entonces, si es necesario, progresa hacia medidas que implican mayor irrupción. Puesto que el lugar de la sanación se halla dentro del individuo, la distinción entre el tratamiento o efecto ‘real’ y ‘placebo’ es falsa. Todos los tratamientos son estímulos para el efecto Haelen, y cualquiera puede ser más o menos eficaz para una determinada persona. La cirugía y los fármacos no son las únicas formas de tratamiento ‘real’. No se pueden despreciar las intervenciones sanadoras alternativas como triviales o capaces de producir sólo efectos ‘placebo’”[16]...

            El Sanador Stephen Levine señala algo semejante:

            La técnica particular usada por un sanador casi no importa. Después de haber trabajado con miles de pacientes terminales, debo decir sinceramente que no veo que ninguna técnica sea notablemente mejor que otra. Depende mucho del temperamento y del deseo del individuo de sanar y de ser sanado. Tenemos en casa un gran número de libros sobre distintos procedimientos y sistemas de sanación: remedios florales, acupuntura, cirugía clásica, radiación, quimioterapia, terapia de fiebre, terapia de orina, terapias de hierba de trigo, terapias de cristales, terapias de luz, terapias de color. Pero todos estos libros fueron usados por distintos pacientes durante ciertos momentos de su enfermedad, y nos los dejaron después de su muerte.
                En cada libro veo un brillante ejemplo de corazones que se han abierto más allá del dolor, de gente que ha entrado en su propia sanación y ha resuelto los conflictos en el corazón de la comprensión perfecta y del amor. Así que parece que no son las técnicas lo que nos libera, no es lo que hacemos, sino cómo lo hacemos[17]

            5) La Auto-Sanación como proceso permanente a lo largo de la vida (“mortal” e “inmortal”)

            Respecto al “tiempo” que lleva una Sanación, el Dr. Ted Kaptchuk hace una precisión importante acerca de la “Auto-Sanación” como proceso permanente a lo largo de la vida:

            La sanación no se limita a los momentos en que estamos enfermos; forma parte del proceso y del viaje de la vida[18]...

            Y la Dra. Kübler-Ross reflexiona, en base a su experiencia, sobre si una Sanación (o Auto-Sanación) es “lenta” o “rápida”:

            “En uno de mis talleres, un hombre enorme, que quizá pesara ciento ochenta kilos, experimentó de pronto, sin que nadie lo esperara, una rabia homicida aguda. Me di cuenta de que era preciso que yo rescatara a una mujer que se encontraba demasiado cerca de él. Di un paso hacia delante y la empujé para separarla de aquel hombre, pero, mientras lo hacía, éste me golpeó con todas sus fuerzas los dedos desnudos del pie con una manguera de goma (que tenía que haberse usado para descargar la ira sobre el listín telefónico) y me los aplastó... No podía detenerme para concentrarme en el dolor, me agarré el dedo gordo con la mano, ignorando el dolor, y concentré toda mi energía en el hombre enfurecido para empujarle aún más hacia lo profundo de su rabia, para que pudiera llegar hasta su fondo, atravesarla y salir. Entonces, de pronto, se acabó, y el grupo estaba a salvo... Me encontré preguntándome por qué estaba sentada en una postura tan extraña, tirando de mi rodilla derecha hacia arriba, y sujetándome el dedo gordo del pie. Al recordar lo que había ocurrido, quité la mano para mirar el dedo, esperando lo peor. Me quedé asombrada cuando vi que no había ni rastro de herida alguna. El dedo había sido sanado instantáneamente.
                He vivido algunas otras experiencias de sanación física instantánea en situaciones de peligro. En cada caso, la razón por la que pude sanarme a mí misma era que no tenía tiempo para pensar. Como médico, se me ha educado en la creencia de que tales sanaciones instantáneas no pueden ocurrir. Pero en casos urgentes, cuando tenemos que concentrarnos totalmente en la situación y no tenemos tiempo para pensar, no bloqueamos nuestro potencial de autosanación innato, un potencial que considero que tenemos cada uno de nosotros. Si desarrolláramos más la confianza y la fe en nuestra capacidad interior de sanación, podría darse más a menudo la sanación física espontánea[19]...

            Mientras sigamos pensando y decidiendo que no somos inmortales, que somos mortales, será muy difícil pensar y decidir la Auto-Sanación. Estaremos, como dice el Dr. Chopra, condicionados y doblegados por el “hechizo de la mortalidad”:

            “Cuanto más pueda un paciente ponerse en contacto otra vez consigo mismo, más experimentará el surgir de la sanación dentro de sí. Cuanto más prisionero sea de los valores fragmentarios más víctima será de la enfermedad, del malestar y de todos los otros tipos de males causados por el hechizo de la mortalidad... No puedo divisar un futuro sano mientras no se rompa el hechizo y comprendamos, una vez más, lo que siempre ha enseñado el flujo principal de la sabiduría humana: el campo de la vida humana es inmortal. Es el campo del universo localizado dentro de nosotros”[20]

            6) La Auto-Sanación como Conciencia de la propia Responsabilidad

            Respecto a la Auto-Sanación, la Dra. Patricia Norris señala un elemento esencial: La Responsabilidad del propio paciente:

            “Existe una gran diferencia entre sentirse culpable y aceptar la responsabilidad. El hecho de que podamos responsabilizarnos y empezar a llevar las riendas de nuestra salud y de nuestras vidas es una buena noticia. Como señaló Elmer Green, si existe algo como la enfermedad psicosomática (y nadie lo duda), debe de haber algo como la salud psicosomática. Si podemos hacernos enfermar (inintencionadamente), entonces podemos (intencionadamente) sanarnos. Es precisamente esta aceptación de la responsabilidad lo que pone en marcha el verdadero proceso transformador de la sanación. Representa un cambio de una ‘conciencia de víctima’ a un sentido de capacitación.
                Con frecuencia consideramos a las personas enfermas como ‘víctimas’ de la enfermedad, y esto refuerza su sentido de incapacidad. Una parte importante de nuestro trabajo consiste en proporcionar a los adultos que necesitan sanación el sentido de capacitación que los niños poseen de forma natural. Es lo opuesto a la incapacidad. Es un sentido del potencial propio para ser, hacer y sentir. Una niña que tenía la enfermedad de Hodgkin me dijo: ‘La forma en que más he cambiado, aún más que el haber superado el cáncer, es que ahora me gusto más que antes’”[21]

II. El Sanador, en la Auto-Sanación

            1) El Sanador, como una “Comadrona”, como un “Jardinero”

            Pero, entonces, ¿la Auto-Sanación implica que no se necesite al Sanador? Por supuesto que no, como lo explican las siguientes reflexiones, comenzando por la excelente reflexión analógica de la Dra. Quinn:

            “Además de cambiar nuestra forma de pensar respecto de las intervenciones, este concepto del lugar de la sanación trae consigo un cambio fundamental en cuanto a la manera de ver la función del terapeuta. Desde este concepto de la sanación, como mejor podría describirse la función del terapeuta es asemejando a éste con una comadrona (pido al lector que ignore el sexo de la persona asociada a este término, y que considere, simplemente, su función, que puede ser desempeñada tanto por hombres como por mujeres). La comadrona es la persona que presta su ayuda en el proceso del nacimiento, extrayendo nueva vida, nueva relación. Esto es lo que implica intrínsecamente la interacción sanadora.
                Cuando tiene lugar la auténtica sanación, siempre aparece una nueva vida. La sanación es creativa, extrae patrones y conexiones que no existían antes. En vez de volver, simplemente, a un nivel anterior de ser, la sanación implica emersión; se necesita una comadrona, no un cirujano. En lugar de imponerse sobre un sistema, la comadrona permite que el sistema siga su propio curso; no fuerza, sino facilita; no empuja, sino recibe; no insiste, sino acepta. La comadrona está preparada parar dar pasos más activos, pero sólo cuando sea esencial.
                La comadrona abraza la emersión con una confianza fundamental en la sabiduría del proceso y del cuerpo. Representa un lugar seguro en el que puede emerger la nueva vida, y ella la sostiene maravillada rindiéndole homenaje, sin reclamar para sí protagonismo alguno por su milagrosa llegada, satisfecha con el hecho de haber estado presente durante el viaje”[22]...

            Otro excelente análogo de “Comadrona” podría ser “Jardinero”[23], como lo explica brillantemente el Sanador Ram Dass:

            “Tanto si nuestros métodos implican palabras como tacto, meditaciones o medicinas, nuestras técnicas e intervenciones son vehículos de transmisión. Lo que transmiten es un ambiente en el que puede tener lugar la sanación. Al igual que en un jardín, nosotros no hacemos crecer las flores; en lugar de eso, creamos las condiciones para que puedan florecer[24]

            2) El Sanador como un “Estimulador”, “Guía”, “Facilitador”, “Amigo”, “Apoyo”, “Ayudador”, “Canal hacia el Guía Interior del paciente”, “Amor”

            El Sanador Jack Schwarz explica el mismo concepto, con los términos de “Estimulador”, “Guía”, “Facilitador”:

            “Antes nos apoderábamos de las personas en lugar de darles poder a ellas. Sin embargo, la verdadera labor del terapeuta consiste en regalar poder. Al arropar a los clientes con nuestras energías y entusiasmo, les ayudamos a estimular sus propias energías, para que así se disuelvan los impedimentos que se oponen al libre fluir  en las olas de la corriente reavivada, igual que cuando recargamos una batería de coche que está descargada. Pero el terapeuta también debe educar a sus pacientes sobre cómo activar sus propias energías, y sobre cómo seguir generando energía para que el proceso siga después de que se vaya el sanador.
                El inconveniente que presenta la palabra sanador es que puede crear un concepto equivocado, y que presupone que la gente debe depender de otros para ser curada. Esta idea ha sido fomentada por el concepto tradicional de sanador o terapeuta como autoridad privilegiada que tiene acceso a un conocimiento especial. Yo prefiero un modelo alternativo, según el cual el sanador es, más bien, algo así como un cartógrafo o un guía, alguien que ‘camina por el territorio’ con sus pacientes, indicándoles no sólo las posibles rutas, sino también cómo seguir los senderos por su cuenta, guiados por sus recursos interiores, propios del conocimiento sanador.
                Según este modelo, el terapeuta no crea dependencia, y no ostenta el monopolio de la sabiduría, sino que, en lugar de eso, se convierte en un facilitador que enseña a la gente cómo tener acceso a su propia sabiduría interior, y cómo mantener ciertos estados de energía para que pueda tener lugar la transformación. Así, el terapeuta se convierte en educador, en el sentido etimológico de la palabra, procedente del latín educare, ‘sacar fuera’ el conocimiento de otra persona, en este caso, el autoconocimiento”[25]...

            El Dr. Martin Rossman afirma esto mismo, añadiendo los conceptos “Amigo”, “Apoyo”:

            “Quizá lo más importante que he aprendido de mi trabajo es que puedo ser un amigo y un apoyo de la sanación; puedo ser un guía para la gente, pero no soy yo quien sana. Intento crear situaciones que parece que permiten o favorecen la sanación –calma, fe, creencia, entusiasmo- y, a veces, simplemente, la idea de que es posible la curación. Intento ayudar a las personas a conectar con su propio potencial sanador, y a esperar a que la fuerza superior que a ambos nos da vida, traiga sanación[26]...

            La Sanadora Shakti Gawain coincide con estos conceptos esenciales sobre lo que es realmente un Sanador y lo que es, entonces, su Verdadero Trabajo:

            Un sanador es una persona que ayuda y apoya a los demás en su proceso de aprender a confiar en sus propias verdades y a vivir más plena y libremente. Para poder sanarse, la persona debe reconocer, en primer lugar, que dispone de un guía interior que se halla en lo profundo de su ser y, en segundo lugar, que puede confiar en ese guía. Mi trabajo consiste en mostrar a la gente diferentes y sencillas formas de contactar con su propia y honda sabiduría, y animarles a confiar y a dejarse guiar por ella en su propia vida.
                Desde mi punto de vista, la raíz de la mayoría de las enfermedades físicas está unida al hecho de no vivir según el guía interior que cada uno posee. La mayoría de las veces no aprendemos a escucharnos a nosotros mismos. En consecuencia, no confiamos ni cuidamos de nosotros mismos según lo que intenta decirnos nuestro guía interior. Normalmente, se nos enseña a vivir de acuerdo con ciertas reglas y pautas, o a agradar a ciertas personas. Si deseamos conectar con verdades más profundas, debemos ir más allá de estas influencias.
                Cuando nos planteamos qué hacer, o cuando no estamos seguros de lo que realmente queremos, el solo hecho de sintonizar con nuestra sabiduría interior, por lo general puede darnos la respuesta. Esto supone traspasar el intelecto, y relajarnos en un lugar más profundo, en nuestro interior.
                Cuando consigamos encontrar ese guía que habita en nosotros, necesitamos, simplemente, preguntarnos: ‘¿Qué es lo que me apetece? ¿Qué es lo que quiero de verdad? ¿Qué es verdad para mí en este momento? ¿Hacia dónde me está conduciendo mi energía ahora?’. Con un poco de práctica, la mayoría de las personas puede aprender a hacerlo”[27]...

            Y concluye Shakti, más adelante:

            “En resumen, digamos, entonces, que un terapeuta eficaz, sea cual fuese su método, es aquel capaz de ayudar a los pacientes, clientes o estudiantes, a ponerse en contacto con su sabiduría interior y a empezar a confiar en sí mismos. Por supuesto, los distintos terapeutas o sanadores podrían expresar esto de distintas formas. Pero, desde mi punto de vista, para que tenga lugar la verdadera sanación, el individuo ha de encontrar un sentido de verdad dentro de sí mismo, y aprender a confiar, honrar y cuidar de sí mismo según esa verdad”[28]...

En sus reflexiones, Jack Schwarz invita a descubrir la importancia del “Amor Incondicional” en el Trabajo del Sanador:

            “Considero que el denominador común de todos los métodos de sanación es el amor incondicional, y un amor que respeta la originalidad de cada cliente y que capacita al cliente para que se responsabilice de su propio bienestar[29]...

El Shamán Serge Kahili King da un aporte importante acerca del “Amor” en el Sanador:

“Rara vez un sanador puede serlo todo para una persona, pero el amor lleva al sanador adecuado al cliente adecuado en el momento adecuado[30]...

3) El Sanador como alguien que “Está ahí”, “Se reconoce Suficiente”, “Está Presente”, “Sabe Esperar”, “Se reconoce Canal de un Poder Superior”, con una “Presencia Comprometida y que da Confianza”

La Dra. Rachel Naomi, haciendo referencia a Rogers, nos da otro aporte fundamental con sus conceptos de “Estar ahí” o “Ser Suficiente”:

“Las teorías de Rogers surgieron a partir de su trabajo, y éste era para él intuitivo y natural. En el seminario intentó analizar para nosotros lo que hacía al llevar a cabo su trabajo. Quería mostrarnos una consideración incondicional positiva en una sesión terapéutica. Uno de los asistentes se ofreció para hacer de sujeto. Cuando Rogers miró al voluntario para empezar la sesión, se echó súbitamente hacia atrás, nos miró y dijo: ‘Me estoy dando cuenta de que hay algo que suelo hacer antes de empezar la sesión. Me advierto a mí mismo que soy suficiente. No perfecto. Ser perfecto no sería suficiente. Pero soy humano, y eso es suficiente. No hay nada que pueda decir, hacer o sentir este hombre, que no pueda yo sentir en mí mismo. Puedo estar con él. Soy suficiente’.
Lo que dijo me impresionó. Sentí como si una vieja herida existente en mí, algún viejo miedo a no ser suficientemente buena, había llegado a su fin. Sabía, en mi interior, que lo que había dicho era absolutamente verdadero: No soy perfecta, pero soy suficiente. Saber esto, en algún nivel profundo, permite que tenga lugar la sanación[31]...

Y, más adelante, agrega los conceptos de “Estar Presente” y “Esperar”:

“Desde mi punto de vista, he aquí una dimensión importante de la sanación. El surgimiento de la salud-totalidad es una sorpresa. Va más allá de lo que la mente concibe. Nuestras mentes quieren arreglarlo todo. La salud-totalidad es mucho más que eso. La relación sanadora tiene que carecer de estructura, lo suficiente como para permitir que emerja la salud totalidad. Estar presente y esperar –casi como se espera un nacimiento- forma parte importante del proceso; como lo es también el concepto de no decidir antes de tiempo lo que se necesitará[32]...

Y, después, precisa un poco más:

“Yo no empleo grandes teorías ni estrategias con mis clientes. Simplemente, me reúno y estoy con ellos. A menudo me han preguntado qué ocurre en las sesiones con los clientes. A decir verdad, no puedo responder a eso. No sé por adelantado lo que voy a hacer en una sesión. No tengo un plan trazado. Pero sé que algo va a ocurrir, y que no se trata de algo aleatorio. Me siento con la otra persona, y juntos nos conectamos al borde de lo que ambos estamos tejiendo, y tejemos un poco más. La energía está siempre ahí –yo confío en ello-. Está siempre presente, pero está en la relación, no en mí[33]...

También, en relación con este tema:

“He descubierto básicamente que no sé lo que es necesario. Pero si escucho al cliente, al self esencial de la otra persona –si se prefiere, a su alma-, descubro que, en el nivel más profundo de la mente inconsciente, el cliente sabe lo que necesita. Si puedo estar presente en ese momento, sin tener ninguna expectativa de lo que debe hacer el cliente para estar ‘mejor’, lo que ocurre es mágico. Con esto quiero decir que lo acontecido goza de un profundo sentido de integridad, mucho más que cualquier diagnóstico que yo pudiera hacer por mi cuenta, o que cualquier estrategia que yo pudiera idear”[34]...

Finalmente, sobre este tema, una cita imprescindible de “Un Curso de Milagros”, de Helen Shucman:

Estoy aquí para ayudar verdaderamente. / Estoy aquí para representar a Aquel que me ha enviado. / No tengo que preocuparme sobre qué diré o qué haré, porque Aquel que me envió me dirigirá. / Me contento con estar donde sea que Él desee, sabiendo que Él está ahí conmigo. / Seré sanado cuando le deje a Él enseñarme a sanar

El terapeuta Rollo May reafirma este mismo concepto de “Estar Presente”, en conexión con el concepto “Empatía”:

“Aunque el cuadro sea complejo, uno puede discernir los principales temas que subyacen en la sanación. La empatía es uno de estos temas. Un sanador que empatiza con un paciente tendrá mucha más posibilidad de estar ‘presente’ con ese paciente, y de escuchar realmente lo que ocurre en aquel momento. Tal sanador puede dejar a un lado nociones preconcebidas sobre lo que hay que hacer, facilitando así el descubrimiento de lo que realmente necesita el paciente. Es la verdadera comprensión, obtenida por empatía, lo que hace posible toda sanación eficaz[35]...

El artículo del Dr. Don Hanlon Johnson está dedicado precisamente al tema de la “Presencia”, como algo vital que el Sanador pone a favor de su paciente:

“Cuando pienso en el hilo de oro que une a los sanadores, recuerdo la presencia del fallecido psicólogo Carl Rogers, cuyos ojos me veían realmente, cuyos oídos captaban plenamente mis palabras; la de Ida Rolf, creadora del rolfing, presente, en los dedos de su mano, ante el mensaje más sutil de mis músculos; la del psiquiatra Milton Erickson, acurrucado como un gato en su silla de ruedas, atento al más mínimo desplazamiento, o a cualquier movimiento de mis ojos; la del maestro budista tibetano Trungpa Rimpoche, aun cuando había bebido un poco de sake de más, todavía plenamente consciente en su humor cósmico.
Yo he pasado unos catorce años de mi vida como seminarista y como sacerdote jesuita; en gran parte, porque la primera vez que encontré verdadera presencia fue en un sacerdote jesuita. Después de tratar durante veintiún años con gente que parecía estar ‘en otra parte’, el hecho de conocer a alguien que simplemente estaba ‘aquí’ era tan iluminador que sentí hambre de tener lo que él había encontrado.
Este encuentro contenía la semilla de lo que más tarde iba a entender sobre el poder sanador de la simple presencia. Nuestros descontentos crecen dentro de un mundo de familia, iglesia, escuela y negocio, donde experimentamos sólo el contacto más débil de uno con otro. Normalmente estamos tan ocupados con nuestras propias cosas, hablándonos a nosotros mismos, encerrados en nuestros propios dolores y preocupaciones, que somos incapaces de estar, simplemente, ahí, el uno con el otro, durante algo más que un breve momento. Y hasta cuando estamos, encontramos casi imposible dejar que los otros perciban la expresión del contacto sentido con ellos”[36]...

Don Hanlon dice después, con gran acierto:

El deslumbrante éxito de los grandes maestros y terapeutas, y la calidad poco común de su presencia, han llevado a la equivocada creencia de que su triunfo radica en sus técnicas. La obsesión por la técnica divide a los sanadores en sectas, y oscurece la naturaleza de lo que sana”[37]...

Y también:

“En el trabajo de Carl Rogers y Charlotte Selver podemos encontrar dos formas puras de enseñar presencia, aplicadas a la terapia y a la educación. Ambos han enseñado que la única meta del terapeuta consiste en estar ahí por lo que es. Las dificultades para transmitir su genialidad revelan lo difícil que resulta comprender la presencia”[38]...

La Sanadora Emile Conrad-Da’oud afirma también este concepto de la “presencia”, pero en conexión estrecha con el concepto “Confianza”, o “la sensación de que el terapeuta está ahí, Contigo”, con un “Compromiso de calidad”:

“Al fin y al cabo, la sanación es, sobre todo, cuestión de prestar atención al movimiento, y no puede decirse de antemano qué es lo que va a iluminarla. No puede ser algo intencionado. Lo único que puedo hacer es estar ahí abierta, escuchando y sintiendo. Cuando alguien se siente honrado y respetado en su movimiento particular, potencia su acceso a sus propias posibilidades sanadoras. Es como si cada persona estuviera alcanzando un núcleo de salud, un núcleo de lucidez.
No es el método de sanación lo que importa. Aferrarse a un método aprisiona al facilitador. Con demasiada frecuencia, los terapeutas se preocupan por los procedimientos, sin saber que ellos mismos son el método. Según el grado en que enriquezcas tu propia percepción, así también será el grado en que prestes ayuda auténtica a otra persona. Yo imagino el método, simplemente como un medio, como una tabla de surf con la que andas por las olas de la sanación.
Estas olas son algo sutil dentro de nosotros; una confianza que tiene lugar en el corazón. Cuando la persona es capaz de confiar realmente, cuando es capaz de soltar sus sentimientos de soledad y abandono, empieza a comunicarse con su cuerpo y a hablar de su enfermedad. La dificultad, desde el punto de vista del terapeuta, estriba en que la confianza no adopta ninguna forma particular. No importa cuál sea la técnica. Depende de algo que se siente en la calidad del compromiso mismo. Cuando hay confianza, el cliente siente el eco, se siente a sí mismo en el terapeuta. Y esta confianza se convierte en la semilla a partir de la cual puede germinar el proceso de sanación. Durante una época muy crítica de mi vida, fui a ver a un terapeuta. No creo que siguiera un método terapéutico específico; simplemente, entró en mi mundo. Podía sentir dónde estaba yo, y volaba paralelo a mí. Reconoció lo que me ocurría, y lo atesoraba. Era semejante a un vuelo hacia el estar cuerdo. Él sabía que yo atravesaba una crisis creativa, y supo sacar esa chispa creativa que emergía. Desde entonces, sé que cuando no te sientes solo, cuando alguien está ahí contigo, surge la magia[39]...

4) El Sanador como un “Creador de oportunidades”

El Dr. Martin Rossman comprende también al Sanador como un “Creador de oportunidades” para la Auto-Sanación:

Todos los enfoques dirigidos a sanar crean una oportunidad para la sanación. Esto podría implicar extirpar quirúrgicamente un tumor para permitir que el resto del cuerpo disfrute el derecho de cuidar cualquier patología existente; o podría implicar que un psicoterapeuta, hipnotizador o shamán cree una situación en la que los pensamientos, emociones o ‘espíritus’ que se cree que están presentes en el desarrollo de la enfermedad sean eliminados o transformados, permitiendo que el sistema reafirme su propio y sano equilibrio. En cualquier caso, crear una oportunidad para sanar significa eliminar esos agentes que impiden la capacidad innata del cuerpo para sanarse a sí mismo, y aumentar los factores que promueven y fomentan esa habilidad[40]...

5) El Sanador como un “Reflejo”, como un “Espejo”

La Sanadora Lynn Andrews usa la excelente analogía del “Reflejo” o “Espejo” para explicar la función del Sanador en la Auto-Sanación:

“En realidad, un sanador no sana; un sanador tan sólo puede presentar un espejo. Nunca puedes ayudar de verdad a nadie; sólo puedes ayudar a la gente a verse a sí misma. Cuando las personas acuden a ti buscando ayuda, a menudo lo que hacen es buscar una forma de apoyar sus neurosis. Lo que yo suelo hacer, esencialmente, es mirarles como son, y darles una imagen de sí mismos. Si la imagen es verdadera, y son capacees de verla, pueden aprender de ella y decidir si quieren cambiar. Luego les muestro una imagen de lo que podrían llegar a ser. Lo que hacen ellos es elegir[41]...

6) El Sanador como un “Observador” e “Imitador”

Para el Dr. George Goodheart “Observador e Imitador” son otros conceptos que ayudan a comprender la tarea del Sanador hacia la Auto-Sanación del paciente:

“Uno de los principios básicos de la quiropráctica es: ‘la estructura determina la función’. Por ejemplo, muchas veces la cadera se desvía ligeramente de su eje. El movimiento producido se mide en fracciones de milímetro, pero es como una mota de polvo en el ojo: el grado de irritación ocular no guarda proporción con el tamaño del objeto causante de la molestia. En tales casos, el examen revela, a menudo, que una extremidad parece más corta que la otra. Sin embargo, lo que realmente está ocurriendo es que los músculos están haciendo un gran esfuerzo para colocar nuevamente la cadera en su sitio.
Esto significa que la forma de diagnosticar un problema consiste en observar cómo el cuerpo intenta repararse a sí mismo. La terapia, entonces, consiste en ayudar delicadamente al cuerpo a hacer lo que está intentando hacer[42]...

7) El Sanador como alguien “Consciente de la Individualidad de su paciente”

Como la Auto-Sanación es en esencia “Individual”, el Dr. Ted Kaptchuk señala este asunto capital, como si estuviese hablando del Principio Homeopático de Individualidad:

“No hay duda de que las técnicas de cualquier sistema médico determinado son valiosas. Son las piedras angulares. Pero cuentan con una limitación intrínseca: cada enfoque reduce la complejidad de la persona, que es un ser único, a algún tipo de categoría que pueda ser comprendida y manipulada. Stephanus, médico griego de Bizancio, del siglo VI, comprendió implícitamente este dilema cuando dijo que la medicina sufre una contradicción fundamental: su teoría sólo abarca los universales, mientras que, en la práctica, trata con individuos. Puesto que no existen dos personas iguales, las diferencias son inexpresables, pues no pueden ser definidas mediante conceptos.
¿Cómo puede, entonces, construirse eficazmente un puente que salve el espacio entre la técnica media y un individuo particular? ¿Cómo podemos ir más allá de la posición ideológica de un sistema médico? ¿Cómo puede, un médico o terapeuta que sigue un método particular, arreglárselas para tocar profundamente a otro ser humano de una forma muy personal? ¿Existe algún hilo común entre las artes sanadoras, que permita que abracen lo inefable? Creo que lo hay”[43]...

La Dra. Rachel Naomi Remen aborda también este asunto de la “Individualidad”:

“Parece que existen condiciones universales que estimulan el movimiento hacia la salud-totalidad a un nivel físico; otras, a un nivel emocional; otras, a un nivel mental, y, por último, otras, a un nivel espiritual. Estas condiciones son quizá las mismas para todo ser humano, en cualquier parte, y derivan de nuestra común naturaleza humana y de nuestras necesidades humanas básicas. También existen otras condiciones de sanación más personales que emanan de nuestras naturalezas individuales únicas. Necesitamos estudiar tanto las condiciones universales como las condiciones personales que estimulan nuestra sanación...
Las condiciones personales de sanación pueden ser bastante variadas. Algunas personas mejoran porque tienen trabajo que hacer. Otras mejoran porque sienten que han sido liberadas de su trabajo y de las presiones y expectativas de otras personas. Algunos necesitan música, otros necesitan disfrutar la naturaleza. Son muchas y muy distintas cosas las que nos recuerdan nuestras capacidades de sanación y las potencian[44]...

8) El Sanador como “Presentador o Mostrador de la Verdad”

Según el Dr. Upledger “Presentador o Mostrador de la Verdad” sería otra de las tareas necesarias del Sanador hacia la Auto-Sanación de cada enfermo:

“En el proceso terapéutico, el valor más importante en sí parece ser la habilidad del terapeuta para mostrar al paciente la verdad, puesto que la verdad es lo que sana. La verdad es el hilo de oro que tienen en común todos los sistemas terapéuticos eficaces”[45]...

9) El Sanador como alguien “Atento a los Mensajes del paciente”

Finalmente, el Dr. Emmet E. Miller intenta hacernos conscientes de la importancia de que el Sanador este “Atento a los Mensajes del paciente” para ayudar en su proceso de Auto-Sanación:

“En mi propio trabajo intento no suponer que sé qué es lo que pasa cuando entra una persona en mi despacho. A menudo diagnosticar y repasar el historial del paciente puede conducir a conclusiones erróneas que pueden ser utilizadas como muletas para dar a los terapeutas una falsa sensación de seguridad. Así que, frecuentemente, no sigo ninguna fórmula.
Esto significa que normalmente estoy desesperadamente perdido durante, más o menos, la primera mitad de cada sesión. Por ejemplo, si una persona a la que se le ha diagnosticado cáncer viene a verme, ¿cómo puedo yo saber si su deseo real es sanarse a sí mismo o si lo que quiere es ayuda para enfrentarse a la muerte? Así que intento alejar de la sesión cualquier idea preconcebida. Sólo de este modo puedo oír lo que intentan decirme los pacientes.
En este caso, la paciencia es realmente una virtud; no debo intentar forzar la comunicación. Tengo que esperar hasta que haya recibido el mensaje desde la parte más profunda de la persona, pues es a ese mensaje al que debo responder como sanador.
¿Qué es el mensaje más profundo? Quizá podamos entenderlo mejor si recordamos el concepto hindú de dharma, que significa responsabilidad de uno hacia la parte más profunda de sí mismo. Cuando hablo con un paciente, escucho y observo atentamente, intentando captar este mensaje. Otros terapeutas que han observado mi trabajo suelen quedarse sorprendidos por la intensidad de mi concentración. Permanezco extremadamente atento a cada movimiento del párpado, a cada pequeño cambio en el color de la piel, a cada alteración de la tonalidad de la voz. Permito que mis sentidos sintonicen con el proceso que está teniendo lugar en esa persona. De esta forma puedo percibir cuándo toca la persona los aspectos realmente importantes de la enfermedad, ese aspecto conectado con el ser esencial”[46]...

A este “Mensaje del otro”, profundamente “individual”, se refiere también el Dr. Don Hanlon Johnson:

“Una vez que hayamos aprendido a seguir esa fascinación, podemos beneficiarnos si ampliamos nuestro campo de interés para incluir otros aspectos de la realidad. De hecho, la no ampliación del alcance de la presencia a menudo limita seriamente determinadas terapias. Carl Jung no podía tener seriamente en cuenta al cuerpo, dejando con ello tras de sí un grupo de seguidores que sólo hoy empiezan a recuperarlo al nivel más rudimentario. Sigmund Freud y Wilhelm Reich no podían estar presentes en las aspiraciones espirituales de una persona. Ida Rolf se impacientaba cuando su manipulación de la fascia sumía al individuo en fuertes emociones. Fritz Perls, uno de los fundadores de la terapia gestalt, estaba tan ausente de las pasiones filosóficas o políticas de una persona que incluso empezaba a menospreciarlas.
El gran fallo –fallo que afecta la política mundial, y también a la familia de terapias- tiene lugar cuando tomamos lo que nos fascina a nosotros, los aspectos de la realidad en la que estamos presentes, como lo verdadero, lo normativo o ideal, y rechazamos otras dimensiones como ilusorias[47]...

III. Bloqueos de la Auto-Sanación

            1) Primer bloqueo: El Diagnóstico de una “enfermedad”

            El Dr. Norman Cousins señala un primer bloqueo, o freno, o limitante a la Auto-Sanación: el “Diagnóstico” (no sólo si es “falso”, sino también si es “no integral”, o “parcial”, o “unilateral”, aunque fuese “correcto”):

            Si un paciente queda desmoralizado tras el diagnóstico, puede que se haya preparado así el escenario para que se produzca un rápido avance de la enfermedad. La desesperación es capaz de deteriorar el ambiente creado por un cuidado médico eficaz. Tratar las actitudes del paciente requiere gran maestría. Eso no supone que el médico deba engañar al paciente. Se debe dar un diagnóstico veraz, pero la maestría del médico consiste en su habilidad para comunicar el diagnóstico como un reto, en lugar de hacerlo como si estuviera anunciando una gran desgracia.
                Admiro a los médicos capaces de presentar a un paciente un diagnóstico trágico, pero de tal forma que sacan lo mejor del paciente. Nadie debería salir nunca de la consulta del médico sin esperanza. El médico sabio sabe que las publicaciones médicas hablan regularmente de casos de remisiones acaecidas incluso en contra de las predicciones de los expertos. Hablar de estas remisiones puede resultar terapéutico, porque pueden elevar el nivel de esperanza del paciente. Por esta razón, el médico sabio utilizará todos los recursos posibles, y, a la vez, ayudará al paciente a utilizar sus propios recursos, sobre todo, el sistema curativo del cuerpo mismo.
                Por tanto, en la ecuación de la sanación, el médico aporta lo mejor que ofrece la ciencia médica, y el paciente aporta lo mejor que millones de años de evolución pueden ofrecerle. Pero lo ‘mejor’ del médico no consiste sólo en su tecnología; un componente esencial es la forma en que se involucra y se hace funcionar el sistema de creencia del paciente. El médico que sólo proporciona al paciente pensamientos negativos, está preparando el terreno para que surjan el pánico y la depresión, y, por tanto, reduce así aún más las posibilidades con que cuenta el enfermo para hacer el mejor uso del tratamiento.
                Son muchos los pacientes que han rebatido las poco alentadoras predicciones médicas que garantizaban un futuro desagradable. Sería lícito decir que nunca está justificado que un médico dé por finalizado un caso, o diga algo que retraiga la determinación del paciente de realizar su parte del trabajo. Aunque no debemos subestimar nunca la seriedad de un problema médico, es igual de importante no subestimar jamás la habilidad del paciente para responder de modo prodigioso al reto de la enfermedad.
                No se trata de alentar falsas esperanzas ni tampoco falsos temores. Por desgracia, los abogados de los médicos suelen aconsejar a sus clientes que presenten a sus pacientes el peor de los panoramas, con el fin de evitar así posteriores juicios por incompetencia. Pero el problema de decir a los pacientes lo peor, es que ellos tendrán también tendencia a sacar lo peor de sí mismos. En la ecuación de la sanación, tendemos a movernos en el sendero de nuestras propios expectativas”[48]...

                El conocido Dr. Deepak Chopra relata una experiencia personal que subraya el efecto negativo de un diagnóstico o incluso de un “auto-diagnóstico” equivocados, e incluso el efecto positivo de un diagnóstico “incorrecto”, pero menos atemorizante:

            “Una mujer de mediana edad vino a visitarme hace diez años, aquejada de dolores abdominales agudos y de ictericia. Creyendo que padecía cálculos biliares, pedí su ingreso para que fuera intervenida quirúrgicamente. Cuando la abrieron, no encontraron cálculos biliares, sino un enorme tumor maligno que había llegado hasta el hígado, con el cáncer esparcido por toda la cavidad abdominal.
                Al juzgar el caso como inoperable, los cirujanos que la atendían cerraron la incisión sin hacer nada más. Puesto que la hija de la paciente me suplicó que no le dijera la verdad a su madre, informé a mi cliente de que se le habían extirpado con éxito los cálculos biliares. Razoné conmigo mismo que, con el tiempo, sus familiares le dirían la verdad, y que le quedaban, a lo sumo, unos pocos meses de vida, que al menos podría pasar con espíritu tranquilo.
                Ocho meses más tarde me sorprendí al ver a la señora en mi consulta. Había vuelto para someterse a un examen físico rutinario, que reveló que no había ictericia, dolor ni señales detectables de cáncer. Sólo un año más tarde me confesó algo insólito. Me dijo: ‘Doctor, estaba tan convencida de que tenía cáncer que, cuando resultó que eran sólo cálculos biliares, me dije a mí misma que no volvería a estar enferma ni un sólo día más de mi vida’. Su cáncer nunca reapareció[49]

            El Dr. Chopra es muy honesto y valiente al hablar del anterior caso de “diagnóstico equivocado” con final feliz. Pero lo es más en el siguiente caso de “diagnóstico correcto” con final infeliz:

            “Todo médico que ejerce ha visto a la gente que se ha muerto, aparentemente no de una enfermedad, sino de un diagnóstico. Una vez traté a un quincuagenario que había vivido cómodamente durante cinco años con una lesión del tamaño de una moneda, que crecía lentamente en su pulmón. Después de examinar nuevamente sus antiguas radiografías, le dije que la lesión se correspondía con un diagnóstico de cáncer de pulmón. Cuando lo oyó, se alteró muchísimo. A pesar de no haber padecido ningún síntoma externo en el pasado, al cabo de poco tiempo empezó a expectorar sangre y, transcurridos tres meses, murió”[50]

            2) Segundo bloqueo: Concepto de curación como “algo externo” al enfermo y que provoca una “relación de dependencia”

Respecto a los “bloqueos a la Auto-Sanación”, otro tema que reflexionan varios autores tiene que ver precisamente con el concepto de “curación” como una “relación de dependencia” de alguien más, en lugar del concepto “sanación” como un “poder de mejorar o curar que depende del propio enfermo”... La Dra. Rachel Naomi así lo señala:

            “En una auténtica relación sanadora, ambos sanan y ambos son sanados. Cuando es sólo una persona la que se considera sanadora, podría decirse que la relación establecida es una relación de curación, pero no de sanación. A menudo, la persona que se identifica como sanadora que repara, corre el mismo riesgo que un fusible en una instalación eléctrica. La relación curativa tampoco es siempre sana para el cliente. Aunque, de alguna forma puede beneficiarse de la relación, el cliente puede también empobrecerse, porque la relación establecida es una relación de dependencia. En el tipo de relación curativa que se nos enseña en las escuelas profesionales, no queda demasiado espacio para el crecimiento o para la fuerza. Podemos reparar lo reparable, pero no evocamos sanación, y no participamos de la sanación que puede aparecer de forma natural. La relación reparadora supone que la sanación no es natural. Y la sanación lo es. Necesitamos una forma de recordarnos esto el uno al otro”[51]...

            El Sanador Jack Schwarz afirma lo mismo:

            “También es preciso que dejemos bien claro a los demás que tienen que empezar a reconocer sus propias necesidades. Esto significa, a mi juicio, que los terapeutas tienen que convertirse en educadores. Hay que devolverle a la gente el poder de controlar su propio bienestar, una facultad que a menudo han perdido por culpa de sistemas de cuidado de la salud que tienden a crear dependencia[52]...

            “Dependencia de alguien”, a quien además le pedimos que “solucione” o “desaparezca” la expresión de un “problema” que sólo nosotros conocemos y que sólo nosotros podríamos realmente solucionar:

            “Desde esta perspectiva, los síntomas de la enfermedad pueden verse a menudo como señales de atención, o como formas de hacernos conscientes de necesidades que no están siendo satisfechas. Por tanto, si aprendemos a prestar atención a las señales o síntomas de nuestro cuerpo, podremos aprender de una enfermedad algo que nos ayudará a alinearnos de nuevo con nuestro potencial de bienestar. Porque siempre estamos intentando mantener nuestro equilibrio, alineación y crecimiento en concordancia con nuestro propósito en la vida, seamos o no plenamente conscientes de ese propósito. Y podemos ver y relacionar los síntomas como factores que nos ayudan a alinear el fluir de la energía de acuerdo con ese propósito. Esta perspectiva nos permite ver la enfermedad como una oportunidad.
                Mi colega, la doctora Rachel Naomi Remen, dice que la enfermedad podría considerarse como una forma occidental de meditación. En Occidente, donde la tradición de la meditación no está muy arraigada, y la gente no tiene la costumbre de pararse periódicamente para quedarse en silencio y hacer balance de sus vidas, una enfermedad –y, a veces, sólo una enfermedad seria, como un ataque cardíaco o un cáncer- hace que la persona se detenga y tenga así la oportunidad de retroceder y ver lo que realmente es importante para ella.
                De hecho, ésta es una experiencia que comparten las personas que han sufrido enfermedades serias. Con frecuencia, estas personas evalúan profundamente su vida y sus valores, y comienzan luego a dedicarse a lo que tiene mayor importancia. Cuando surge una enfermedad grave, el individuo suele intentar ‘pactar’ con aquello que percibe como principio organizador del universo, diciéndole: ‘Si salgo de ésta, dedicaré más tiempo a la familia’ o ‘desarrollaré mi creatividad’, etc. A veces, la promesa de cambio se cumple, y otras veces, no; a veces, los cambios duran, a veces, no. Pero si no hay cambios, o si éstos no son duraderos, la persona recibe otro ‘toque de atención’ en forma de recaída”[53]...

            3) Tercer bloqueo: “Pensamiento cultural equivocado”, “Creencias falsas”, “Estilo de vida antinatural”

            Otro factor que bloquea la Auto-Sanación es el “Pensamiento Cultural equivocado” o las “Creencias falsas”, así como el “Estilo de vida antinatural” que crea “nuevas” o “falsas enfermedades”[54]:

            No es difícil imaginar cómo la gente que vive en ambientes urbanos industrializados puede haber perdido contacto con sus mecanismos interiores de sanación. Una de las razones es que la sociedad moderna nos ha hipnotizado para creer que necesitamos intervención médica para sanar. Se estima que del setenta y cinco al noventa y cinco por ciento de los pacientes que, en América, acuden al hospital y a las clínicas para ser sometidos a tratamiento, sufren trastornos menores autolimitantes que se curarían por sí solos en unos pocos días o semanas. Pero la gente recurre a los sanadores con la esperanza y la expectativa de ser arreglada por ellos. Desde pequeños se nos enseña a creer que, para recobrar la salud, nuestras enfermedades deben ser tratadas, quizá con un nuevo fármaco maravilloso. Pocos de nosotros somos lo suficientemente fuertes como para resistirnos a esta creencia social.
                En segundo lugar, la sociedad moderna crea una parte de las enfermedades que sufrimos. Pasamos largas horas sentados frente al ordenador y la televisión, trabajamos y vivimos entre estructuras de metal y de cemento, con poco sol y aire fresco, comemos alimentos artificiales, respiramos humos nocivos dentro y fuera de la casa, llevamos ropa que dificulta el fluir de la sangre o que impide la adecuada ventilación de determinadas partes de nuestro cuerpo. Además, el ritmo y las presiones de la sociedad moderna crean un estrés y tensión que sólo ahora empezamos a saber cómo tratar. Las enfermedades creadas por este tipo de vida constituyen un difícil reto para nuestras habilidades autosanadoras. El sistema inmunológico puede tratar el estrés, pero ¿durante cuánto tiempo podrá hacerlo si no se reducen los agentes que lo provocan? En esencia, estamos volviendo contra nosotros nuestro propio sistema de inmunidad. En este proceso perdemos de vista su asombrosa capacidad para sanar nuestros cuerpos y nuestras mentes”[55]...

            La Dra. Janet F. Quinn es igualmente clara al respecto:

            Hoy en día, las enfermedades que padecemos afectan cada vez más al espíritu, pero los tratamientos que seguimos son cada vez más biofísicos. Nuestras instituciones para cuidar enfermos hacen ahora anuncios para convencernos de que son capaces de ofrecer ‘el mejor cuidado posible’. Esto significa que las instituciones cuentan con lo que consideran las mayores o más modernas máquinas con que atacar la enfermedad. Cuidar se ha hecho sinónimo de abastecerse de cosas y de procedimientos, a pesar del hecho de que el ochenta por ciento de los problemas que presenta la gente para ser tratados médicamente son autolimitantes, y de que miles de personas acuden a las consultas médicas cada año simplemente para ser tocadas.
                Las enfermeras, que tradicionalmente han ofrecido el cuidado de persona a persona, están abandonando en masa el sistema de cuidado sanitario. ¿Por qué? Porque entraron en él para ser sanadoras, comadronas en el proceso de sanación, pero, en lugar de eso, se han encontrado cuidando máquinas[56]...

            4) Cuarto bloqueo: “El propio Médico o Sanador”

            Pero, claro, un “Bloqueo” común y frecuente de la Auto-Sanación es “El Propio Médico o Sanador” (especialmente si este no es “Integral”):

            Muchos sistemas modernos de sanación resultan a menudo ineficaces porque intentan ser demasiado exclusivos. En otras palabras, tienden a tratar la enfermedad como si estuviera causada únicamente por estados físicos, emocionales, mentales o espirituales, rechazando otros estados como si no tuvieran ninguna importancia en el caso. Pero el estrés puede proceder de cualquiera de estas áreas, y normalmente se halla mezclado con síntomas particulares. Hasta algo tan sencillo como un dedo aplastado puede estar relacionado con un sentimiento de culpa, o con la confusión sobre la dirección de vida, o con una enajenación espiritual, con todas estas causas. Si se trata el dedo sólo a un nivel físico, la sanación será más lenta, dado que la tensión continúa existiendo en alguno de los otros estados. Cuando un sanador ignora uno de los otros estados, pone en riesgo a la persona que va a sanar[57]...

            Lo mismo enseña el Sanador Jack Schwarz:

            Los terapeutas deben empezar a comprender también que no trabajan meramente con un cuerpo físico y sus síntomas. En el momento en que empezamos a identificarnos con el cuerpo, éste comienza a dominarnos. Entonces se involucra el yo y empezamos a sentir deseos de superar o ‘conquistar’ el problema, en lugar de ver y comprender claramente lo que realmente está en desarmonía.
                En las profesiones relacionadas con la sanación hemos tendido a identificar las causas de las enfermedades con los estados físicos patológicos, en vez de hacerlo con los estados emocionales y mentales. Pero la sanación va mucho más allá de la recuperación del cuerpo. Pensemos que hay personas que tratan su cuerpo con las comidas, suplementos, ejercicio, etcétera, más adecuados, pero aun así, permanecen enfermos”[58]...

            Y lo mismo señala la Sanadora Emile Conrad-Da’oud:

            La gente tiene verdadera necesidad de expresar su creatividad, de que se respete su potencial creativo. A veces podemos impedir que la inteligencia creativa del cliente sea la fuente de lo que está ocurriendo en la sanación, porque nosotros mismos no confiamos en el estado de transición. En ese momento podríamos dañar el sutil brote de la chispa creativa. Imagino la creatividad como un océano, un flujo, el agua en que nadamos. Es la fuente de las olas lo que sana.
                Una de las claves de la sanación consiste en ver todo el organismo como movimiento. Todo en el mundo se está moviendo. El movimiento es una forma de sentir el mundo como organismo, sentirlo a un nivel visceral, o incluso más profundamente, a un nivel celular. Por desgracia, la mayoría de las personas viven en un estado de fragmentación según el cual piensan en términos de mente y cuerpo, dentro y fuera, arriba y abajo”[59]...

            A este respecto, los “Sanadores Integrales” hemos de escuchar y meditar, con mucha atención, este texto de la Dra. Rachel Naomi Remen:

            “La sanación es el fundamento propio del ser. Todo se mueve hacia la salud-totalidad. Y es simplemente ese movimiento lo que constituye la sanación. Nuestro trabajo no consiste en hacer que ocurra algo, sino en descubrir lo que ya está ocurriendo en nosotros y en otros, y reconocer y estimular las condiciones que lo nutren. Nada más que eso.
                Podemos llevar eso a cabo con rituales de oración, o siguiendo muy distintas técnicas o enfoques. Podemos, simplemente, sentarnos y estar juntos, y pensar sobre nuestra verdadera naturaleza. Ninguna técnica es, en sí, mejor que otra. Sencillamente, es cuestión de aprender a confiar en el proceso natural de sanación en todos nosotros, y movernos libremente con él.
                Yo, personalmente, suelo quedarme algo desconcertada cuando oigo hablar de que ciertas personas son ‘sanadores’. En mi opinión, esta idea separa a la gente de la naturalidad de su propia sanación. Y eso es lo mágico, ese sentido ordinario, porque lo ordinario es lo más extraordinario de cuanto existe[60]...

            5) Quinto bloqueo: “El propio Paciente”

            Finalmente, otro “Bloqueo” muy importante a la Auto-Sanación procede del propio paciente:

            Gran parte de los problemas tienen su origen en el rechazo y el odio, en mayor o menor grado, sentidos hacia uno mismo. Muchas personas, por alguna razón, siguen provocando, una y otra vez, experiencias desagradables para sí mismos, por ejemplo, con el abuso de drogas, alcohol, cigarrillos o comida. Mientras no deseen dejar de castigarse a sí mismos, no hay mucho que pueda hacerse por ellos de un modo permanente. Algunos casos podrían mostrar señales de sanación, pero los resultados son, a menudo, transitorios[61]...

            La Sanadora Lynn Andrews nos enseña algo semejante:

            Creo que todos los seres del planeta quieren ser iluminados de una u otra forma. Pero, al mismo tiempo, y normalmente de una forma inconsciente, es lo que más temen.
                Supongamos, por ejemplo, que fumas. La gente dice que, si fumas, deberías dejar de fumar. Nadie pregunta por qué eres adicto; simplemente tratan el hecho de que lo eres. La razón por la que eres adicto es que deseas derramar tu fuerza vital para no correr el riesgo de alcanzar la iluminación.
                Al dejar escapar la fuerza vital, literalmente estás derramando calor; por tanto, te enfrías. Cuando, por ejemplo, dejas de fumar y la fuerza vital que estabas perdiendo se colapsa súbitamente, empiezas a calentarte. Se trata de una sensación muy poco familiar. La llamamos ‘asir tu poder’. Cuando esto ocurre, cuando aparece ese sentimiento tan poco familiar, la gente siente pánico, y busca desesperadamente a su alrededor otra adicción. Una persona que deja de fumar, normalmente empieza a comer demasiado, o se aferra en seguida a una nueva adicción. Necesita la adicción porque ha entrado en calor y tiene que deshacerse de él”[62]...

            Finalmente, la Dra. Rachel Naomi explica también estos “bloqueos” del propio paciente a su Auto-Sanación:

            “Vivir con autenticidad es también importante para la sanación; en otras palabras, se trata de saber cuáles son tus valores más profundos y de vivir según los mismos. El hecho de creer de una manera y vivir de otra puede hacerte más daño que cualquier estrés exterior. Cuando te separas de tus propios valores, es muy difícil sanar.
                Podrías haber vivido según los valores de otra persona, durante toda tu vida, sin saberlo. Puede ser que hayas asumido esos valores siendo aún muy joven. Pero siguen sin ser tuyos. Y eso trae consigo una enorme pérdida de vitalidad. En la enfermedad, a veces, la gente vuelve a sus valores originales, aunque nunca antes haya vivido de acuerdo con ellos. Y en ese proceso, su autosanación se hace más fácil[63]...

IV. Caminos para la Auto-Sanación

            1) Primer Camino: El “Auto-descubrimiento”

            Como lo señala el Dr. Upledger, un primer camino hacia la Auto-Sanación es el “Auto-descubrimiento”:

            Tal vez la mejor definición de ese algo secreto que comparten todos los métodos eficaces de sanación, sea la de ‘el proceso que conduce al paciente a un autodescubrimiento sincero y veraz’. Este autodescubrimiento es necesario para iniciar y para continuar la autosanación, porque sólo a través de la autosanación –en contraste con la ‘curación’- puede un paciente experimentar tanto una recuperación permanente como un crecimiento espiritual”[64]...

            Y añade, en relación con la “curación milagrosa”:

            “A la hora de considerar cómo funciona el proceso de autodescubrimiento, es importante recordar que nuestra propia imagen está cambiando constantemente. Parece que, cuanto más se aproxima nuestra percepción del self a la verdad, más profunda se hace nuestra capacidad para la autosanación. Cuando se establece una correspondencia muy estrecha entre la propia imagen y la verdad, nuestro poder de autosanación puede ser virtualmente ilimitado, capaz de proporcionarnos la ‘curación milagrosa’[65]...

            Ted Kaptchuk concluye, sobre este tema del “Autodescubrimiento”:

            La sanación es un crisol para encontrarnos, en nuestros peores momentos, con la fuente de nuestro ser; es nuestra respuesta genuina e intacta al caos, la angustia y el sufrimiento. Los sanadores transforman la enfermedad, las técnicas y su especial relación sanadora en una oportunidad para desvelar la verdad de quién somos en realidad[66]...

            2) Segundo Camino: “Escucha de la Guía o Voz Interior”

            Otro Camino hacia la Auto-Sanación, en estrecha conexión con el anterior, es el de la “Escucha de la Guía o Voz Interior”:

            “Cuando hablo del autodescubrimiento que conduce a la autosanación, me refiero al hecho de llegar a ser conscientes de esta voz interior. En el ejemplo que hemos visto (el de las hemorroides suprimidas, sin atención a su origen), el tratamiento no sólo cometió el error de no hacer consciente al paciente de su voz interior, sino que, además, a última hora, ésta fue silenciada. Este tratamiento condujo a un círculo vicioso de deterioro. A no ser por un milagro, el proceso, probablemente, ya no era reversible cuando aparecieron las várices en el esófago y se entumeció el cerebro con los fármacos. Al fin y al cabo, ¿qué posibilidades tiene la voz interior contra las técnicas modernas de la cirugía y de los psicofármacos?[67]...

            El Dr. Rossman nos enseña modos concretos de esta “Escucha de nuestro Guía Interior”:

            “Por todo ello yo enseño una técnica llamada ‘ponerse en contacto con el guía interior’. Este guía interior podría ser llamado también médico interior o, sencillamente, sabiduría interior de uno mismo. En cualquier caso, toda persona puede tener acceso a él cuando aprende a estar silenciosa y receptiva. Por tanto, en primer lugar, enseño a las personas a crear un estado de relajación y calma mental y física. Para ayudarles a relajarse físicamente, les enseño a centrar su atención en el cuerpo, parte por parte, invitando a cada parte a relajarse, mientras, al mismo tiempo, respiran de forma completa y profunda, en un proceso que dura, aproximadamente, diez minutos. Luego les pido que se imaginen a sí mismos en un lugar interior tranquilo, sereno y seguro. Puede tratarse de un lugar real o imaginario. En cualquier caso, el hecho de imaginarse en este lugar interior especial prepara el clima para llevar a cabo un diálogo interior.
                Después les pido que permitan que aparezca la imagen de una figura muy cariñosa y sabia que les conozca bien. A esta figura es a la que llamamos guía interior. En principio puede manifestarse en cualquier forma. Algunas personas ven figuras arquetípicas, como un anciano o una anciana sabios. Otros visualizan luces, espíritus, animales poderosos, árboles o incluso el océano. La forma no importa; simplemente, ésta tiene que representar algo sabio y cariñoso que les conozca bien. Después de todo les animo a preguntar al guía interior si sabe algo acerca de la enfermedad que están viviendo, si hay algo que pueden aprender de esa enfermedad y qué pueden hacer para recuperarse. Les animo a que adopten una actitud abierta y receptiva ante el mensaje del guía interior.
                Lo que emerge es, a menudo, sorprendentemente importante. Normalmente consiste en consejos sencillos pero acertados y frecuentemente oportunos, entre los que se encuentran cambios físicos, como modificaciones en la dieta, o ajuste espiritual y emocional, como la resolución de conflictos internos, resolución que podría ser necesaria para permitir que el sistema recupere de nuevo su equilibrio. La técnica es una forma de transformar el reto y la dificultad de una enfermedad en una oportunidad, algo que puede ayudar a la persona a moverse hacia un nivel más alto de bienestar.
                Frecuentemente recurro también a otra técnica relacionada con la anterior, llamada ‘escucha tu síntoma’. Este método consiste en centrarte en un síntoma, permitiendo que una imagen lo represente, para dialogar luego con la imagen del síntoma, a fin de descubrir por qué está ahí, qué es lo que quiere y cómo puedes subsanar las necesidades por las que ha aparecido.
                A la mayoría de las personas que veo en tratamiento le resultan muy útiles estas dos técnicas. Y a lo largo de los años he observado que ha aumentado mucho el número de personas que se acercan a la salud y a la enfermedad de esta forma. Hoy en día, por ejemplo, es mucha la gente que, cuando viene a verme, describe algunos síntomas y dice: ‘Siento que mi cuerpo está intentando decirme algo, pero no sé qué’”[68]...

            3) Tercer Camino: “Escucha de Todas las Voces”

            Pero hay un complemento  necesario a esta “Escucha del Guía Interior” que nos enseña la Sanadora Shakti Gawain, y que podríamos llamar “Escuchar Todas las Voces”:

            La segunda parte de mi trabajo consiste en ayudar a las personas a organizar todas las voces y sentimientos de su interior, a fin de poder distinguir la verdadera voz del guía profundo. Por ejemplo, podríamos oír una voz interior procedente de lo que nos enseñó nuestra madre; otra, de lo que nos enseñó nuestro padre; otra, de las influencias de nuestra iglesia, maestros, amigos; y otras, de héroes populares y de mitos culturales. Se trata de voces que nos dicen lo que ‘deberíamos hacer’, y de voces rebeldes que nos dicen precisamente lo contrario.
                Debido a estos sentimientos, miedos y deseos conflictivos, no basta con decir ‘escucha tu voz interior’. La pregunta es, ¿qué voz interior?
                En mi trabajo empleo una técnica llamada ‘diálogo de voz’, un poderoso método ideado por Hal Stone y Sidra Winkleman para ayudar a los individuos a contactar con sus distintas voces o ‘subpersonalidades’ y llevarlas a la conciencia consciente. Considero que, una vez que hemos integrado y equilibrado nuestras subpersonalidades para que las distintas voces interiores alcancen una mayor armonía, descubrimos una conciencia más profunda de lo que es mejor para nosotros en un determinado momento.
                A la hora de organizar estas voces, es importante aprender a respetarlas todas, porque esos variados sentimientos están ahí por alguna razón. Los hemos desarrollado en un intento de protegernos y cuidar de nosotros mismos. Muchos de ellos, sin embargo, ya han caducado, y no son guías útiles. Así que debemos desarrollar la conexión con el ser natural y original que vive dentro de nosotros y aprender a confiar en nuestro entendimiento intuitivo más profundo.
                Sin embargo, esto no significa negar o suprimir las otras voces. Debemos llegar a conocer y a aceptar todo lo que nos constituye, incluyendo las partes que podríamos considerar negativas, oscuras, que nos asustan o que no son espirituales. Siempre ha existido este tipo de dicotomía entre la oscuridad y la luz, lo aceptable y lo no aceptable, lo bueno y lo malo, partes positivas y negativas de nosotros mismos. Necesitamos reconocer que todas las partes son necesarias e importantes. De hecho, la razón por la que las cosas se hacen negativas es que no las aceptamos ni les permitimos su expresión natural.
                Por ejemplo, si crecemos en un ambiente que no nos permite expresar un tipo natural y creativo de impulso agresivo, entonces éste se reprime, para aflorar, más tarde, de forma distorsionada y destructiva, quizás a través de la violencia hacia otros o hacia nosotros mismos, o a través de enfermedades emocionales o físicas. Normalmente, si seguimos la pista a nuestros aspectos negativos hasta llegar a sus raíces, descubriremos que a algunas partes importantes de nosotros mismos les fue negado expresarse de forma natural.
                Un componente esencial del proceso de sanación se relaciona con la penetración en los aspectos sombríos de nosotros mismos, es decir, los aspectos que, por miedo, hemos negado, rechazado o reprimido. Si empezamos de manera cómoda, gradual e inocua, podremos aceptarlos y asimilarlos. Luego, al permitirles su expresión natural, empezamos a ser seres humanos más plenamente integrados.
                En mi opinión, el proceso de sanación que ocurre dentro de nosotros y en el mundo de hoy se relaciona, en gran medida, con el hecho de mirar en los rincones oscuros, y ver lo que durante mucho tiempo estamos ocultando y tememos mirar. Muchos dolores, confusiones, miedos y locuras están saliendo actualmente a la superficie; podemos detectarlo en el mundo y también en nuestras vidas individuales. Y aún queda mucho por salir a la luz y ser sanado a través de nuestra conciencia”[69]...

            “Escuchar todas las voces” es también un llamado al propio Terapeuta, tanto a “escuchar” dentro de sí mismo, como fuera de sí mismo:

            La apertura del sanador es otro elemento clave en el proceso terapéutico. Por ejemplo, en mi trabajo nunca me he permitido pensar que poseo todas las respuestas. Suelo recalcar a todos mis aprendices que no deben encerrarse en ideas dogmáticas o en sistemas de cualquier tipo. Si un sanador conoce algo bien, y le parece que funciona, entonces es apropiado. Puede ser cierta ceremonia o forma de orar; puede ser un sistema conceptual particular o una forma de pensar; o puede ser un sistema para tratar problemas, como el rolfing o la terapia de Reich. Sea cual fuese el método, si funciona, es bueno. Pero esto no significa que uno no pueda cambiar de método más adelante. De hecho, conozco a varios terapeutas que empezaron usando un método con convencimiento y después pasaron a otro que resultó funcionar mejor. Un sanador debe permanecer abierto y sensible a lo que se puede necesitar en cada momento[70]

4) Cuarto Camino: “El Silencio Sanador”, “La Meditación”

Otro Camino de la Auto-Sanación, en clara relación con los anteriores, es lo que el Dr. Harold Bloomfield ha llamado “El Silencio Sanador”:

“Desde hace mucho tiempo, los profesionales médicos han reconocido que el silencio desempeña una importante función en la sanación. Por ejemplo, el reposo en cama es la receta normal para tratar cualquier enfermedad, desde un resfriado común hasta un infarto de miocardio. Cuanto más enfermo estés, más insistirá el médico en que permanezcas en silencio y descanses.
Pero, a pesar de esta apreciación ya antigua del valor del silencio, hasta hace muy poco tiempo investigadores y terapeutas, médicos y psicólogos prestaban escasa atención a los estados de silencio interior. En mi opinión, la cualidad atemporal del silencio es tan importante que podríamos considerarla como uno de los denominadores comunes de la sanación conseguida.
Son muchas las razones por las que se ha dejado a un lado el silencio en nuestra cultura occidental. Quizá la mayor sea nuestra creencia de que una persona que triunfa es un individuo dinámico, que trabaja mucho, disfruta plenamente de la vida y puede soportar la presión y tensión de una existencia acelerada. Para mucha gente, la tranquilidad interior sugiere una falta de impulso, una personalidad aburrida, y una incapacidad para competir. La pasión, el gozo y el resto de emociones que hacen vibrar la vida son vistas como antitéticas del silencio interior.
Este prejuicio en contra del silencio interior es un grave error. Para apreciar que el silencio interior puede fortalecer la sanación total y el bienestar, debemos atender al concepto de estrés. Aunque, a menudo, el término suele usarse bastante a la ligera, posee un significado científico concreto. El doctor Hans Selye, pionero del tema, lo definió como ‘la respuesta no específica del cuerpo ante cualquier demanda’. Entre los cambios corporales que acompañan al estrés se incluye la tensión muscular, el aumento del ritmo cardíaco, la respiración acelerada, el sudor y la ansiedad.
El silencio provoca profundos efectos sobre el cuerpo y la mente. Uno experimenta un estado de descanso profundo, marcado por la disminución de las pulsaciones, del consumo de oxígeno, la transpiración, la tensión muscular, la presión sanguínea y los niveles de las hormonas del estrés. Logra también un estado de mayor claridad mental y de tranquilidad emocional. Mientras que el estrés absorbe la vitalidad, el silencio la restablece. Mientras que el estrés disminuye la resistencia a la enfermedad, el silencio la potencia.
Los cambios fisiológicos que neutralizan los efectos del estrés afectan también a la salud emocional. El silencio interior reduce la ansiedad, la tensión, la irritabilidad, la fatiga crónica y la depresión. Los sentimientos positivos que acompañan a tal reducción favorecen notablemente el desarrollo de la personalidad. Aumenta la propia estimación, crece la sociabilidad, y las dudas y las inseguridades se desvanecen.
El silencio interior es decisivo para la salud. Los períodos de soledad son esenciales para que una persona altamente creativa y que ha alcanzado sus objetivos goce de continua vitalidad. Los estudios muestran que, casi invariablemente, tales personas sacan tiempo de su apretadísima agenda para dedicarlo a la soledad silenciosa. En este silencio interior profundo, la psique puede sanarse a sí misma silenciosamente y de forma natural, sin tener que verbalizar o examinar traumas emocionales sepultados hace mucho.
Desde hace bastante tiempo, en numerosas culturas se ha reconocido que el cultivo del silencio es la piedra angular del crecimiento espiritual. La meditación, al fin y al cabo, se ha ido transmitiendo desde hace miles de años, primordialmente no como una forma de mejorar la salud, sino como un instrumento para elevar el desarrollo espiritual y la consciencia. Una vez sumergido profundamente en la meditación, el silencio interior puede ser tan grande, que uno puede acceder a un estado de consciencia más amplio, reconociendo el self más hondo como distinto del cuerpo, la mente y los sentimientos. Esta experiencia es plenamente gratificante y produce efectos positivos y duraderos.
Existen muchos factores importantes en el proceso de la sanación. Sin embargo, no puedo pensar en ningún aspecto más importante que la cualidad del silencio interior. A medida que vaya siendo más numeroso el conjunto de terapeutas de todo tipo, capaces de percibir este poderoso estado, irán dándose valiosos pasos en la ciencia de la sanación”[71]

“Meditación” es otro nombre para este “Silencio Interior”:

“Una clave para desarrollar la sensibilidad que hace posible que uno se abra de esta forma a la sanación es la práctica de la meditación. En la función del sanador o terapeuta, uno puede llegar a ser tan sensible en los niveles más profundos de la práctica de la meditación, que el cuerpo puede convertirse en un instrumento de diagnóstico muy preciso. Entonces, al sentir los distintos cambios en la mente y el cuerpo al estar con un cliente, uno puede comprender más profundamente la experiencia interna y la enfermedad de aquél. Muchas técnicas y terapias son útiles, pero no hay nada tan eficaz como la meditación diaria para hacer más profundo el pozo en el que pude calmarse la sed de sanación. La meditación desarrolla la sensibilidad necesaria para utilizar cualquier método de sanación con eficacia y habilidad[72]

5) Quinto Camino: “Relación-Conexión con Lo Universal, o con Dios”

Otro asunto capital del proceso de Auto-Sanación tiene que ver con lo que podríamos llamar “Conexión con Lo Universal”:

            “Con la práctica del shamanismo he aprendido que la sanación shamánica depende del hecho de comunicarse, de una forma humilde y sentida de corazón, con el prodigioso poder del universo. Aunque los sanadores espirituales de distintas épocas y culturas pueden recurrir a muchas técnicas superficialmente distintas, pienso que todos ellos deben tener acceso de alguna forma a una realidad oculta, para transmitir el poder y la sabiduría del universo a otros que lo necesitan...
                Tal unión (con lo Universal o algo-alguien que lo represente) abre el corazón del sanador hasta tal punto que, en cierto sentido, él ‘desaparece’ de la escena. Es decir, la unión permite que el sanador pierda sustancialmente su yo, y que, por tanto, no sienta la necesidad de considerar que él es el artífice de la sanación. En cierto sentido, esta unión sustituye al yo del sanador. Lograr tal actitud es fundamental porque, en la medida en que el sanador permanezca en la realidad ordinaria y orientada hacia el yo, interferirá en el poder milagroso inherente al universo...
                Uno de los métodos característicos de sanación del shamán implica entrar en un estado alterado de conciencia, para hacer lo que se conoce como un ‘viaje’ hacia la dimensión oculta del universo, o realidad no ordinaria. En la realidad no ordinaria, los shamanes podrían viajar al mundo Inferior o al mundo Superior, regiones a las que creen que vamos al morir y de las que emergemos al nacer. En otras palabras, los shamanes son capaces de viajar más allá de los límites que, para la mayoría de la gente, definen la realidad.
                En estos viajes, el shamán busca la comunicación y la ayuda de los espíritus representantes. A través del contacto con ellos, el shamán puede traer consigo conocimiento para beneficiar a otros de su comunidad (por ejemplo, conocimiento para diagnosticar y sanar una enfermedad particular) y también un poderoso conocimiento interior...
                A medida que viaja más y más lejos, el shamán se aproxima a la experiencia inefable de éxtasis shamánico, moviéndose más allá del ámbito temporal y llegando a ser consciente de un estado de no yo fundamental, siendo finalmente absorbido y haciéndose uno con el universo mismo...
                Una característica relacionada con la anterior y específica del shamanismo, comparada con ciertos métodos sanadores contemporáneos de ayuda a uno mismo, es que el shamán intercede por alguien que no es él mismo. Este concepto de intervención compasiva es una característica clave del shamanismo, y se encuentra a todos los niveles de su práctica. Incluso es típico que los shamanes más avanzados dispongan de otros shamanes que trabajan por su bien cuando necesitan ayuda.
                Trabajar en armonía, de forma desinteresada, trae consigo los mejores resultados. Ésta es una razón fundamental por la que los shamanes enfatizan la idea de ayudar y ser ayudados por otros, y trabajar juntos en armonía, como una comunidad. Es característico de ellos trabajar en un círculo de sanación, sentados juntos, enfocando su energía para sanar a otros, tocando el tambor, con el shamán y el paciente en el centro del círculo. El círculo simboliza también la armonía subyacente, y la conexión de todas las cosas”[73]...

            De esto habla también el Sanador Ted Kaptchuk:

            “Sócrates, en un diálogo platónico, le dice al joven Charmides, en el gimnasio de Taureas, que él conoce una hierba para aliviar el dolor de cabeza, pero que sólo funciona cuando se toma con un ‘conjuro’. Este conjuro universal, en mi opinión, tiene que ver con la resonancia entre el sanador y el paciente, resonancia que capta lo inefable.
                La poesía de este conjuro evoca comprensión y sentido de conexión. El conjuro se forja en un ritual especial de confianza, intimidad, responsabilidad, dependencia y solicitud, subyacente en toda sanación. La preocupación, amor y atención del sanador sirven para crear un lazo especial, y así, lo que era un simple tratamiento médico, se desplaza hacia la zona del arte de la sanación”[74]...

            La Sanadora Rosalyn Bruyere ahonda en esto mismo:

            “El sanador usa un ritual para crear un foco de atención, para salir de lo personal a lo transpersonal, y estimular o reforzar la respuesta compasiva. El sanador establece un espacio sagrado o temenos, apartado de lo ordinario, en el que se puede generar energía. En el mundo antiguo, y en las culturas más primarias (por oposición a primitivas) de nuestros tiempos, se entendía, y se entiende, la existencia de lugares sagrados o santos. Una montaña es un lugar sagrado porque en ella existe un campo magnético original. En ausencia de tal campo natural, el sanador afirma uno, para poder crear un tipo de acelerador o acumulador en el que se apresura el cambio y el crecimiento. Este lugar sin tiempo, suspendido, donde hay más armonía y menos dolor, podría también atraer al alma del paciente, sin la cual no hay verdadera sanación.
                Antiguos y modernos por igual se han quejado del sufrimiento como de un estado sin alma. Parte de la función del ritual consiste en convencer al alma para que participe durante los momentos de necesidad. En algunas religiones, esto implica convencer a Dios. Otros lo ven como convencer a un aspecto del alma humana que no reside en las vidas temporales. El sanador compasivo, cuya alma está presente, despierta el alma del otro.
                Esta unión de almas es una experiencia de grandeza y de ‘unicelulización’. Cada vez que ocurre, proporciona al sanador que la experimenta un alivio intenso, un pequeño respiro de la soledad de sentirse a uno mismo como separado. Existe una comprensión única del papel de uno en el acto de la sanación, y la confianza de que uno no trabaja solo, sino que está conectado a lo correcto y al poder del universo. Gracias a esta conexión, la compasión se renueva y se hace más honda. De este pozo, del cambio que esta experiencia provoca en el sanador, brotará la compasión para una nueva persona que sufra dolor”[75]...

            A este respecto, el Dr. Deepak Chopra cita un verso del Ayurveda que dice:

            Como es el cuerpo humano, así es el cuerpo cósmico. / Como es la mente humana, así es la mente cósmica. / Como es el microcosmos, así es el macrocosmos. / Como es el átomo, así es el universo”[76]
           
            El Dr. Gerald Jampolsky habla de la “Conexión con Dios” como un aspecto central de esta “Conexión con lo Universal”:

            “Para mí el denominador común de toda sanación es Dios. Y puesto que Dios y amor son uno y lo mismo, el denominador común de la sanación es el amor. Sanar y ser sanado es caminar cada día, cada hora, cada segundo, con Dios. Es reconocer que Dios es nuestra única verdadera relación. Sanar es reconocer cada encuentro con otra persona como un encuentro sagrado, viendo sólo la santidad en la otra persona”[77]

6) Sexto Camino: “La Relación Sanadora”, o “El Amor”

De las últimas reflexiones sobre esta “Conexión con lo Universal” podemos notar una relación estrecha con otro aspecto fundamental de la Auto-Sanación que podríamos resumir como “Relación Sanadora” o “Amor”:

            Yo no creo que una persona sane a otra. Creo que lo que hace es invitar a la otra persona a participar en una relación sanadora. Sanamos juntos. Hasta el hecho mismo de definir a una persona como sanadora parece suponer algún tipo de reparación o compostura. Sería mejor definición invitar a alguien a participar en la vida con nosotros; participar en ese movimiento hacia la salud-totalidad que subyace en toda vida...
                Parece que una de estas condiciones universales (que estimulan el movimiento hacia la salud-totalidad) la constituye el hecho de que la sanación se ve facilitada cuando interviene en ella más de una persona. Existe una especie de masa crítica de consciencia que estimula el proceso de sanación. La persona que se siente aislada y separada resulta vulnerable. Para la persona que se halla unida a una relación de interés y cariño es más fácil la sanación. El solo hecho de saber que el bienestar de uno es importante para otra persona parece hacer más fácil la sanación, más accesible y más posible[78]...

            Por ello dice, el Dr. Michael Harner:

            “Sin embargo, la sanación no es sólo unidireccional. En el proceso de servir a la comunidad, el shamán también recibe ayuda para sus propios problemas. Muchas veces, al estar trabajando para ayudar a otros, los miembros del círculo se encontrarán espontáneamente sanados de sus propios dolores y enfermedades, incluso sin pedir ayuda[79]

La “Relación Sanadora” es precisamente el tema esencial del Dr. Jerry Solfvin:

            “Durante algún tiempo he estado convencido de que el denominador común, el hilo de oro que atraviesa toda forma de sanación podría llamarse relación sanadora. Realmente, la relación sanadora no es un factor aislado. Cuando somos niños, la mayoría de nosotros experimentamos una relación sanadora con nuestros padres. Con sus besos, ellos calmaban el dolor causado por los golpes y rasguños, y los sentimientos heridos de la infancia. Algunos de nosotros hemos tenido la fortuna de haber mantenido además una relación sanadora de distinto tipo con otro adulto, quizás un abuelo, un tío o una tía favoritos. Y, por supuesto, había hermanos que nos veían como nadie más volvería a vernos nunca, para bien o para mal. Estos lazos familiares son la piedra angular de nuestras posteriores relaciones sanadoras.
                Al ir haciéndonos mayores, quizás hayamos tenido un amigo especial que nos hacía sentir que todo estaba bien. Los profesores y vecinos nos ayudaban a calmar las heridas más complicadas de la adolescencia, etapa en la que la mayoría de nosotros empieza a sentir una relación amorosa con un grupo que va más allá de la familia. Disponemos de equipos, clubes y pandillas para sanar nuestras ansias de un sentido de self. Durante esta época, también muchos de nosotros empezamos a establecer una relación sanadora con Dios. En algún punto se crean románticos lazos de sanación, y aprendemos nuevas formas de herir, nuevas formas de sanar.
                Con el matrimonio se establece una importante relación sanadora. Para muchos de nosotros es la primera vez que asumimos realmente la responsabilidad del sanador. A menudo se trata de nuestro primer compromiso voluntario con otro ser humano. Puede que sea la primera vez que trabajamos verdaderamente en equipo, que bajamos nuestras barreras y nos permitimos penetrar y ser penetrados por otra persona. En una relación íntima, nuestros poderes y debilidades quedan al desnudo. Aprendemos nuevas formas de decir ‘ayúdame’, y escuchamos el llanto del compañero. A veces se nos presiona hasta el límite de nuestra resistencia, incapaces de gritar o de oír otro grito de ayuda. La relación sanadora no es siempre saludable. Algunos consiguen pasar, otros, no.
                A medida que va transcurriendo la vida, la calidad y cantidad de estas relaciones sanadoras contribuye a labrar el terreno para otras. Las relaciones sanadoras son importantes para nuestro desarrollo, porque nos ofrecen la llave para abrir la puerta de las habilidades autosanadoras, virtualmente ilimitadas, que entran dentro de nuestro potencial natural. Con el interés actual por la autosanación y por las maravillas de los sistemas inmunológico y regenerador, no hemos hecho más que empezar a tocar la superficie de esta fuerza sanadora latente. Desde mi punto de vista, los casos de sanaciones milagrosas, remisiones espontáneas y curaciones súbitas son la evidencia de las fantásticas habilidades de autosanación que posee todo ser humano”[80]...

            Y dice, más adelante:

            La relación sanadora es importante porque posee la facultad de volver a unirnos con nuestras propias habilidades de sanación. Es una forma especial de comunicación que restaura nuestra fe en lo llamado milagroso, igual que nuestros padres nos enseñaron cómo sanaban antes las heridas con un beso reconfortante. La relación sanadora transmite el amor y el interés de otros, lo cual nos da fuerza y motivo para sanar. Transmite nuestro valor como individuos. Transmite lo irracional, como también es irracional el amor, y nos procura la esperanza de que todo es posible con amor. La relación sanadora revela altas expectativas para nosotros mismos, nuestros cuerpos, mentes y espíritus, y nos invita a respetarnos a nosotros mismos.
                La relación sanadora está potencialmente presente allí donde uno acude a otro para sanar. No importa cuál sea  el diagnóstico o la receta, la relación sanadora es un instrumento que todos los sanadores pueden utilizar, y, a lo largo de los siglos, excelentes sanadores han recurrido siempre a ella. Abarca el ideal hipocrático de preparar el ambiente para que tenga lugar la sanación. Es invocada en los rituales mágicos de los shamanes y por los psicoterapeutas. No se limita exclusivamente a sanadores acreditados, sino que puede ser invocada por toda persona, a través de su amor y cariño hacia otro ser humano[81]...

            La Dra. Quinn explica también este tema central de la Auto-Sanación:

            “La sabiduría popular dice que la sanación y la salud conciernen a la ‘armonía del cuerpo-mente-espíritu’. Si nos movemos más allá de la jerga familiar, y empezamos a percibir los sentidos más profundos de estas palabras, podremos acercarnos más a la comprensión de la salud-totalidad, al menos, de una forma intuitiva.
                Entre los sinónimos de la palabra armonía que figuran en un diccionario, podemos encontrar consonancia. Otros sinónimos de consonancia son relación, conformidad y unificación; la palabra armonía cuenta también con unidad, concordia, paz y reconciliación como sinónimos. Si consideramos detenidamente estos vocablos, permitiendo que nos penetren suavemente y se asienten en nuestra conciencia, empezarán a entretejerse, formando un rico y significativo tapiz. La imagen que emerge sugiere que cuando hablamos de la salud-totalidad, hablamos fundamentalmente de relación.
                Este estado de relación es lo opuesto a alienación, aislamiento, enajenación y fragmentación. Cualquiera, o todos estos estados, pueden ocurrir a distintos niveles de existencia humana, con o sin nuestra conciencia consciente. Podemos estar alienados de nuestros cuerpos, de nuestro self más profundo, de nuestros amigos más cercanos, o de la sociedad. No importa a qué nivel, cuando estamos alienados o aislados, no gozamos de salud-totalidad; sufrimos malestar. Cuando tiene lugar la verdadera sanación, la relación se restablece[82]...

            Es obvio, como seguramente hemos ido percibiendo, que el factor esencial que actúa en la “Relación Sanadora” es “El Amor”:

            “Vendrá un día en que, después de haber sometido a los vientos, las mareas y la gravitación, utilizaremos para Dios las energías del amor. Y ese día, por segunda vez en la historia del mundo, el hombre habrá descubierto el fuego”[83]...

            Sobre este tema crucial del “Amor”, para la Auto-Sanación y para el quehacer del Sanador, dice el Dr. Bernie Siegel:

            “Como cirujano, he trabajado durante muchos años con pacientes que sufrían enfermedades degenerativas y que ponían en peligro la vida. En el curso de este trabajo he descubierto que si conseguimos que estas personas se quieran a sí mismas, empiezan a ocurrir en ellas cosas increíblemente maravillosas, no sólo desde un punto de vista psicológico, sino también físicamente. Una consecuencia derivada de su mejor actitud psicológica es la correspondiente mejoría física. Así que, según mi opinión, el enfoque más importante de la terapia consiste en enseñar a las personas a sentir y a expresar amor. Y he descubierto que esto depende de mi habilidad para amarlas y para mostrarles que son dignas de ser amadas.
                ¿Por qué es tan importante el amor en la sanación? Simplemente porque es lo más significativo en la vida humana. El amor auténtico debe darse libremente, partiendo de la libertad de elección de la persona. El amor no puede darse por descontado; no se puede asignar como una responsabilidad. Resulta aburrido e insignificante si a uno se le ‘fuerza’ a amar (cosa que, realmente, es imposible). Debe elegirse el amar deliberadamente...
                Cuando las personas vienen a mi consulta con un cáncer, a menudo resulta claro que, aunque no se estén apuntando a la cabeza con una pistola, van, con toda seguridad, camino de matarse a sí mismas –abusan del tabaco, del alcohol y las drogas, y labran diligentemente su propia muerte-. En tales casos no digo ‘No fumes’ o ‘Por Dios, adelgaza, haz ejercicio y tómate la medicina’, sino que les digo ‘Me preocupo por ti, te quiero. Aquí tienes unas formas de ayudarte y amarte a ti mismo. Te veré dentro de dos semanas’.
                Si regresan sin haber hecho nada, vuelvo a decirles ‘Te quiero’, les doy un abrazo y les digo otra vez ‘Te veré dentro de dos semanas’. A través de ese amor empiezan a decir ‘Quiero darte las gracias por quererme. Estoy empezando a quererme, estoy empezando a cuidarme’, y comienzan a preguntarme qué más pueden hacer por sí mismos.
                Es entonces cuando les hablo acerca de las terapias de grupo y les digo que pueden asistir si no les importa hablar de su vida y compartir sus sentimientos. Después, quizá les sugiera unas sesiones de arteterapia, lecturas, o ciertos ejercicios de autoimagen –por ejemplo, sentarse desnudo frente a un espejo durante veinte minutos, dos veces al día, y decir ‘Tienes unos ojos bonitos, tienes una sonrisa agradable; te quiero’-. O podría mencionar la meditación, la oración, la música y la risa...
                La Sanación a través del amor se pude descubrir también como la forma de ayudar a las personas a volver sobre el camino de sus propias vidas. Parece que cada uno de nosotros hemos nacido con un ‘anteproyecto’ que no sólo nos convierte en cierto tipo de ser físico, sino que también dirige nuestro desarrollo psicológico, intelectual y espiritual. Cuando nos desviamos de ese modelo interno, a menudo hace falta una enfermedad psicológica o física para encarrilarnos otra vez, como si nos dijera ‘¡Eh! No estás siendo lo mejor que puedes ser. Vuelve al camino’...
                A veces, claro, nos resulta difícil encontrar el camino de regreso, y entonces necesitamos ayuda. Necesitamos a alguien que sea lo suficientemente amable como para darnos una patadita, para hacer que nos movamos. En terapia, esta acción adopta la forma de confrontación, o lo que yo llamo care-frontation, una confrontación cariñosa entre el terapeuta y el cliente, que, en gran parte, es similar a la confrontación entre el caballo y el jinete. El jinete quiere al caballo, pero, de vez en cuando, le da una patadita para que siga caminando.
                Si escuchamos nuestro interior, también encontraremos a ese terapeuta interno que nos dice ‘¡Estate atento! Voy a hacer que te duelas un poco ahora, para que despiertes’. Por esta razón, a veces llamo al dolor ‘el mando de reajuste de Dios’. A veces es lo único que hace que la gente cambie.
                Por supuesto, son muchos los factores externos que pueden contribuir a que nos salgamos del camino adecuado para nosotros –condicionamiento de los padres, presión de compañeros, y similares-, pero volver al camino implica siempre encontrar la mejor forma de compartir amor con el mundo. Porque todos tenemos nuestra propia manera de expresar amor, y si la descubrimos, viviremos más tiempo, gozaremos de mejor salud, disfrutaremos más de la vida y recibiremos también más amor de los otros. Por esta razón, la terapia debe ayudar a los clientes a redescubrir sus propios y originales caminos de amor.
                Para obtener éxito en esta tarea, es necesario que el terapeuta encuentre formas prácticas de entrar en su estilo de amar de una forma continua, ya que sin un contacto fiable, la eficacia de la terapia se verá seriamente bloqueada. He encontrado tres factores necesarios en la búsqueda del terapeuta para tener acceso a las fuentes interiores de amor: 1) El intento de vivir el propio mensaje; 2) la inspiración de clientes valerosos, y 3) la conciencia de la propia mortalidad.
                1) Quizá lo más importante sea que el terapeuta viva su propio mensaje. Y esto no quiere decir que se debe ser perfecto. Me gustan las palabras de Elizabeth Kübler-Ross: ‘Yo no estoy bien, tú no estás bien, pero está bien’. No somos perfectos, pero podemos perdonarnos nuestras imperfecciones, lo cual significa que, al vivir mi propio mensaje, debo perdonarme por no ser perfecto, como también perdono a mis pacientes. Y significa también que participaré diariamente en la meditación, música, oración, afirmaciones, ejercicio, dieta y el resto de actividades de nuestros grupos de terapia, porque de esta forma será más fácil para mí perdonar a mis pacientes y perdonarme a mí mismo.
                En mi opinión, vivir mi mensaje también significa que está bien trabajar sobre mis propias heridas, y ser vulnerable ante las personas que estoy tratando. De esta forma, mis pacientes se convierten en mi mayor recurso. Puedo pedirles que me den un abrazo si estoy pasando un mal día. No es necesario ser un superhombre. Puedo admitir mi mortalidad y mi condición humana.
                En este sentido, no soy un terapeuta tradicional. No me importa tener contacto físico con mis pacientes, porque entienden que es amor a un nivel seguro. Saben que les quiero de una manera que nada tiene que ver con la sexualidad, y que mi amor no les amenaza.
                Un colega mío, un psiquiatra, había estado trabajando durante tres años con una mujer que había sufrido graves quemaduras, y él intentaba mostrarle que podía ser amada a pesar de las cicatrices. Después de asistir a una de mis conferencias sobre este tema, me dijo que la siguiente vez que acudió la mujer a su consulta, se dirigió a ella y le dio un abrazo. Me contó que su paciente mejoró más con ese abrazo que con tres años de terapia.
                Así que hay veces en que el contacto físico resulta apropiado. Y si realmente quieres al mundo, no tienes que preocuparte al amar y dar abrazos. Si quiero a todos en el hospital, no tengo que preocuparme cuando doy un abrazo a una enfermera o a un paciente. Nadie dirá ‘¡Eh! ¿Qué está haciendo’. Lo sabrán: ‘¡Oh! Él quiere a todos, así que está bien’.
                Mi opinión es que los terapeutas necesitan aprender estas lecciones: Está bien amar. Está bien tocar al paciente cuando está preparado para hacerlo. Está bien dejar que te devuelva el amor. Y si estás pasando un mal día, está bien decirle al paciente: ‘Estoy pasando un mal día. Necesito un abrazo’.
                Del mismo modo, el terapeuta o sanador no debe ver el enfado como algo no sano o anormal. La verdad es que la ira puede ser positiva. Si el quirófano te altera, y te sientes enfadado, está bien que digas algo. La gente te permitirá tener sentimientos de ira, porque ellos también los tienen, y saben lo que estás experimentando. Al expresar la ira y decir cómo te sientes contigo mismo y cuáles son tus necesidades, no creas resentimiento contra otros. Después de expresarte estás listo para abrazar y reírte otra vez con los demás. Así, cada uno sabe cómo se sienten los otros, y nadie se pisa, y os respetáis, y sigues adelante.
                Lo que sí es perjudicial es la ira no expresada. Hay demasiada gente que confunde la ira con el resentimiento. La ira puede ser positiva, mientras que guardar resentimiento puede convertir a las personas en seres monstruosos. Son las cosas que nunca hemos dicho las que más nos dañan, porque nos hacen saltar por la cosa más insignificante, de manera desproporcionada.
                Vivir nuestro propio mensaje trae también consigo un aspecto de apertura y humildad. Como terapeuta, no estás sentado en un lugar lejano, mirando a las masas ignorantes y necesitadas. Simplemente, haces lo que sea necesario, confiando en que el amor mostrará qué es lo que se necesita. Esto implica no darse a conocer como experto infalible, poseedor de todas las respuestas, sino concebir el proceso de curación como un diálogo y como una experiencia de aprendizaje, tanto para el paciente como para el terapeuta. Así que, si los pacientes quieren llamarme Bernie, muy bien; no tengo por qué ser el doctor Siegel. No tengo que protegerme con barreras que dificulten a los pacientes su apertura al amor.
                De esta forma, la terapia se convierte en un proceso en el que el cliente y el terapeuta se curan mutuamente sus heridas. Resulta de vital importancia ser consciente de que debes mirar con autenticidad tu propio dolor y tratarlo, y no aconsejar meramente sin vivirlo, sin saber lo difícil que puede resultar para el cliente. El amor sólo será auténtico cuando proceda de una experiencia viva, y si no es auténtico, no será convincente.
                2) Otro factor que facilita considerablemente el amor en el proceso terapéutico es el hecho de que en este tipo de trabajo estamos diariamente rodeados de individuos que nos elevan: vemos a personas que reafirman la vida en medio de enfermedades progresivas y que ponen en peligro su vida, como el valeroso enfermo de SIDA que, en lugar de verse vencido, siente que la enfermedad se convierte en un reto para él; o el enfermo de cáncer que elige seguir amando al mundo, y asegura que su enfermedad es un regalo, y su cáncer, un signo de belleza. Tales personas son reconfortantes. Hacen que sigas adelante, y te ayudan a no quemarte.
                Pero si llega un momento en que no disfrutas de lo que estás haciendo como terapeuta, es mejor que no lo hagas. Me gusta citar a George halas, antiguo propietario y entrenador del equipo de fútbol americano Chicago Bears, cuya edad sobrepasó los ochenta años. Un domingo, un compañero suyo le encontró trabajando en su oficina y le dijo: ‘George, ¿qué haces, a tu edad, trabajando en domingo?’. Halas le contestó: ‘Sólo es trabajo si prefiero estar en algún otro sitio’. Igualmente, si siento que hay otro sitio en el que prefiero estar, se lo digo a mis pacientes. Les digo que no siempre puedo atenderles... Saber cuándo decir no es una lección difícil de aprender para muchos terapeutas. Debemos acordarnos de que no vamos a vivir para siempre, y, por tanto, a veces tenemos que decir que no. Entonces, decir no no es algo negativo, es simplemente cuestión de decirte a ti mismo. Un sanador no tiene que estar sometido siempre a la voluntad y deseos del mundo.
                3) Por último, el amor en la relación terapéutica se ve facilitado por la comprensión de que somos mortales, de que todos nos vamos a morir algún día, no importa cuánto ejercicio hagamos, cuánto amemos o cuántas verduras biológicas comamos. Si asimilo esta idea, aprovecho al máximo mi vida en el presente, haciendo hoy lo que más me gustaría hacer el resto de mi vida. Mi actitud es que, si me muriera esta noche o mañana, mi vida habrá sido completa; me siento realizado porque he amado en plenitud. Ésta es la parte que comparto en los talleres con las personas: la forma de usar nuestra mortalidad de una manera positiva, para sacar el mayor partido de la vida.
                Los terapeutas también necesitan desarrollar la idea de que la muerte no es un fracaso. En la educación médica tradicional, evidentemente el éxito se mide según la capacidad de eliminar la enfermedad o ‘curar’, y, por tanto, la muerte de un paciente se ve como un fracaso. Pero sostener esta idea implica empezar a distanciarnos de nuestros pacientes, perdiendo nuestra amplitud para descubrir cómo podríamos ayudarles en su transición hacia la muerte.
                Curar no es siempre posible. El SIDA nos los recuerda. Hace cincuenta años, la difteria arrasó muchas vidas; en los próximos cincuenta años, aparecerá, sin duda, una nueva enfermedad que se resistirá al tratamiento. El hombre es siempre mortal, y habrá enfermedades incurables; pero también habrá enfermedades que pueden ser sanadas.
                Yo suelo decir a todos, sanos o no, que deben vivir como si se fueran a morir en cualquier momento. De esta forma es fácil ayudar a otros, porque nunca existe un momento en el que este consejo no sea válido. ¿Dices que vas a morir mañana? Bien, entonces vive como si te fueras a morir esta noche. Y, quién sabe, quizá te sientas demasiado bien como para morirte mañana. O tal vez podrías morirte de verdad, porque estás cansado y tienes ganas de irte. Tenemos mucho más control sobre la hora de nuestra muerte del que la mayoría de las personas imaginan. Está bien morirse si es eso lo que una persona necesita hacer. Puesto que todos moriremos algún día, morir puede no ser un fracaso. Con esta actitud, la muerte puede ser sanadora.
                Por supuesto, siempre hay dolor cuando perdemos a un ser querido. Pero uno debe aprender a asimilar ese dolor, y, con él, amar a otros. Piensa en los que han vivido noventa, noventa y cinco o cien años. Quizás hayan perdido ya a su pareja, a sus hijos, y a otros seres queridos. Pero incluso después de sufrir pérdidas terribles, las personas encuentran fuerza para seguir, porque aprenden a amar a otros. No sobreviviremos a toda la gente que amamos si elegimos seguir amando a personas nuevas. Esto es lo que hacen los que sobreviven. Siguen amando continuamente. Por tanto, la sanación, como el amor, se convierte en un proceso que no tiene fin[84]...

            El Dr. Jerry Solfvin pone un ejemplo muy interesante al respecto:

                “Un caso particularmente conmovedor de relación sanadora es el que se dio recientemente en un laboratorio en el que se usaban conejos con trastornos renales para probar un nuevo fármaco. Al estudiar los resultados, se observó que, a diferencia de los que proponía la hipótesis principal, los conejos atendidos por un determinado técnico del laboratorio mostraban una notable mejoría, al margen de que se les administrara o no el nuevo fármaco o un control. Cuando le preguntaron al técnico, dijo que él cuidaba con cariño a cada conejo, todos los días. Los investigadores repitieron el experimento, pidiendo esta vez a la mitad de los técnicos que ‘amaran’ a sus conejos, y a la otra mitad, que no lo hicieran. Los conejos ‘amados’ resultaron mucho más sanos[85]...

            Sobre el Amor como Camino de Auto-Sanación dice el Sanador Stephen Levine:

            El amor es un factor esencial en toda sanación. Porque si el sanador no se relaciona con el que pide sanación con solicitud, atención y misericordia –aspectos todos del amor-, entonces no podrá tener lugar sanación alguna. Y si hay ‘sanación’, será poco profunda, y las raíces de la enfermedad quedarán intactas. Entonces, la persona ‘sanada’, aunque aliviada del dolor físico, seguirá padeciendo un dolor mental y espiritual que no ha sido tratado”[86]

            Es también excelente la visión práctica del Dr. Jampolsky sobre este asunto de la “Relación Sanadora” y de “Amor”:

            “Luchamos para ver sólo dos emociones: amor y miedo. Elegimos reeducar nuestras mentes para no ver el mundo o a los que en él habitan como agresores; elegimos ver a los demás como seres que dan amor o que están llenos de miedo. Cuando tienen miedo, nos están pidiendo que les amemos. Podemos amar y ser compasivos con alguien cuyo miedo percibimos. Pero si elegimos ver a otra persona como alguien que está ‘atacando’, a su vez nosotros le atacaremos, y en ese camino nos atacamos a nosotros mismos. En nuestro proceso de sanación, elegimos no vernos como víctimas, y asumir la responsabilidad de nuestros pensamientos y sentimientos. Así no se puede culpar a nadie”[87]

Y también:

“Nadie me había dicho nunca que lo único que tenía que hacer era vivir segundo a segundo, siendo amable, cariñoso y tierno con todo lo que vive –la especie humana, animales, insectos, plantas, árboles- sin excluir a nadie de mi amor, ni siquiera a mí mismo. Mi mayor tentación es la de dejarme fuera a mí mismo, y cuando así lo hago, me convierto en un sanador no sanado...
Sanar es confiar en una fuerza creativa que ama y perdona, y conocer, en nuestros corazones, que no hay separación, y que todos estamos unidos, en amor, con Dios, y el uno con el otro. Significa que todos los corazones están unidos como uno”[88]

Sobre esta “Relación Sanadora” y de “Amor” hay que recordar lo ya dicho acerca de la “Presencia del Terapeuta”[89] (como Presencia Amorosa como tal, pero también en sus expresiones a través de actitudes y hechos), pues es tan importante que se podría poner aquí, en este capítulo, como uno de los esenciales Caminos en la Auto-Sanación...

7) Séptimo Camino: “El Factor Terapeuta”

Pero, más allá de esta Presencia “amorosa”, se trata de algo así como el “Factor Terapeuta” que incluye otras cualidades o capacidades del Sanador –sean “objetivas” en el terapeuta, o “subjetivas” según la apreciación personal del paciente- que influyen en el proceso de la Auto-Sanación... De esto habla el curandero Sun Bear:

            Es importante que la persona que desea ser sanada crea que el sanador tiene poder para hacerlo. Si el paciente lo cree así, el sanador habrá hecho ya la mitad del camino. Por ello, en mi trabajo me interesan mucho los sistemas de creencia de la gente. Por ejemplo, a algunas personas de la sociedad occidental les podría resultar difícil confiar en un curandero espiritual que ora por ellos y que oficia una ceremonia utilizando una pluma de águila. Puede que ciertos individuos estén tan condicionados que sientan que necesitan un médico licenciado para que les recete un tratamiento. Este condicionamiento puede ser tan fuerte que no les permita creer que pueden ser sanados de otra forma. Superar semejante obstáculo puede resultar muy difícil”[90]...

            El Dr. Stanley Krippner explica más este “Factor personal del terapeuta”:

            “Ciertas cualidades personales del sanador parecen facilitar la recuperación del cliente...
                Existe un consenso entre sanadores, terapeutas y médicos, en cuanto a que la personalidad de algunos de ellos posee rasgos que son terapéuticos, mientras que la de otros no los posee. No sólo son importantes las cualidades personales del sanador, sino también aquellas que el cliente proyecta hacia él. Los psicoterapeutas llaman transferencia a este proceso de proyección, y puede ser un factor destacado en el éxito de la terapia.
                Carl Rogers observó que, aunque la formación intelectual y la adquisición de información traen consigo muchos y muy valiosos efectos para el terapeuta, no guardan relación directa con el éxito de éste a la hora de conseguir resultados positivos. Rogers descubrió que la empatía, el no ser posesivo, el calor y la autenticidad personal del terapeuta eran los factores más estrechamente relacionados con el cambio de comportamiento en el cliente[91]...

            Al respecto, dice el Sanador Ram Dass:

            “Cuando le preguntaron cuál era su mensaje, Mahatma Gandhi respondió: ‘Mi vida es mi mensaje’. Del mismo modo ocurre con nosotros; lo que hacemos transmite lo que somos. Si vamos a constituirnos en ambiente para la sanación, en proveedores de reanimación, de corazón a corazón, debemos examinar el nivel de nuestra propia fe y nuestra resonancia. Y donde aún no se haya desarrollado, debemos cultivarlo. He aquí el trabajo sobre nosotros mismos que, a un tiempo, nos libera del sufrimiento y nos permite estar presentes allí donde la sanación ocurre en otros”[92]

            8) Octavo Camino: “Las Emociones Positivas” y “Disfrutar la Vida”

            Las “Emociones Positivas” son también un excelente Camino hacia la Auto-Sanación:

            “Por tanto, las actividades y las emociones desempeñan un papel evidente y verificable en el proceso de sanación. Las emociones positivas, como el fuerte deseo de vivir, una clara determinación, encontrar un sentido a la vida y verla con alegría, son factores que pueden considerarse como obstáculos para los factores negativos que tienden a deteriorar el sistema de inmunidad. En cierto sentido, entonces, las emociones positivas participan en la lucha contra la enfermedad. No sólo son las actitudes y emociones negativas las que afectan a la salud; el cuerpo es un mecanismo recíproco. Todo lo que le afecta emocionalmente, le afecta para bien o para mal.
                Las actitudes y emociones positivas pueden ensalzar el ambiente proporcionado por un cuidado médico eficaz. Los pacientes que tienen confianza en sí mismos y en sus médicos tal vez hagan un mejor uso del tratamiento médico que los que se acercan al tratamiento con una actitud de desesperación o derrota. Evidentemente, las actitudes positivas no son un sustituto del tratamiento médico, sino una parte integral de éste. Si algo he aprendido es que las actitudes no deberían ser sobrestimadas a la hora de evaluar la ecuación de la sanación”[93]...

            Lo mismo enseña el Dr. Stanley Krippner:

            Las expectativas positivas del cliente favorecen la sanación...
                El segundo denominador común podríamos llamarlo expectativa. Abundantes investigaciones han demostrado la evidencia de su importancia. Lo que una persona espera que ocurra en la sanación es lo que, a menudo, ocurrirá, si las expectativas son lo suficientemente sólidas”[94]...

            Y lo recalca también el curandero Sun Bear:

            Desde el punto de vista espiritual, los bloqueos más comunes son actitudes y emociones negativas, que mucha gente lleva consigo constantemente. Es preciso superar estos bloqueos para dar paso a la sanación. Al trabajar con gente que padece cáncer u otra enfermedad grave, me doy cuenta de que, a no ser que aprenda a soltar la negatividad, su enfermedad reaparecerá.
                Para poder sanar totalmente, una persona tiene que desterrar el odio, la envidia, los celos y otras actitudes y sentimientos destructivos. Aunque tales factores aparecen dentro de la mente, rápidamente se manifiestan en el cuerpo, convirtiéndose en un hombro rígido, un hígado inactivo, cáncer u otra enfermedad. Creo que toda sanación auténtica se ocupa de desbloquear, de una u otra forma, los aspectos negativos...
                Después de haber eliminado las actitudes y emociones negativas, éstas tienen que ser sustituidas por positivas. Si un sanador es capaz de crear en una persona cierta sensación de bienestar, cierta sensación de que, ‘al fin y al cabo, la vida se porta bien conmigo’, esa persona irá camino de su recuperación.
                Por supuesto, es muy importante que el paciente quiera estar bien. El intenso deseo de estar sano es un factor decisivo en el proceso sanador. Una de las mejores razones para querer estar sano es el deseo de seguir disfrutando la vida. Así que, si conseguimos que las personas sientan que tienen derecho a estar contentos, que se merecen estarlo y que de hecho están ya disfrutando de una vida gozosa, dispondremos de una de las motivaciones más poderosas para la sanación.
                Por esta razón he observado a lo largo de muchos años que la gente contenta no cae enferma tan a menudo como la gente triste. De hecho, las personas que se deprimen y se desaniman por los problemas de la vida están ya medio enfermos, simplemente por sus actitudes. Cuando el sanador logre librar a la gente de tales pautas de pensamiento, y consiga que empiecen a disfrutar otra vez de la vida, se habrá dado un importante paso hacia la salud”[95]...

            La Dra. Norris destaca también este “Pensamiento Positivo”:

            “Por supuesto, el terapeuta debe creer en el potencial del paciente para sanarse a sí mismo. Es esencial creer que lo que uno intenta es posible, incluso si no está garantizado. Las creencias negativas y la falta de confianza en uno mismo imponen limitaciones innecesarias. Las experiencias positivas, junto con las experiencias de dominio de sí mismo, eliminan las dudas”[96]

Sun Bear nos enseña también, en este ángulo de las “Emociones Positivas”, cómo el disfrutar la vida es clave en la Salud y en la Sanación, tanto en el Terapeuta como en el enfermo:

            Cuando alguien acude a mí para ser sanado, intento que no se sienta culpable de su enfermedad. Existe aún una desafortunada tendencia en algunos sectores de la sociedad que hace que la gente crea que la enfermedad significa que uno ha hecho algo malo. Pero una de las cosas que comparten todos los verdaderos sanadores es la actitud de que el trabajo del terapeuta consiste, simplemente, en ayudar a los que buscan la sanación sin juicios, condenas o sentencias. Esta actitud es especialmente importante ahora, cuando las enfermedades como el SIDA se han convertido en una diana muy socorrida para aquellos que quieren inculcar culpa o condena. La función del terapeuta, si en algo consiste, es en proporcionar energía y apoyo al paciente.
                Por tanto, la actitud del sanador, así como la de la persona que quiere ser sanada, desempeña un papel decisivo en el proceso sanador. Esto significa, por supuesto, que el sanador debe disfrutar con lo que hace. En mi caso, yo disfruto de todo lo que hago, bien sea oficiar una ceremonia sanadora, dar una conferencia, cortar leña o limpiar el gallinero. La clave de esto consiste en ser capaz de vivir plenamente el momento presente. Mucha gente medita tristemente, deseando estar en algún otro sitio, haciendo otra cosa, y el resultado es que nunca se sienten felices. Una persona así no puede ser un buen sanador.
                La verdad es que nadie que no disfrute de esta profesión debería dedicarse a ella. Cuando trabajo con médicos, psiquiatras y otros terapeutas, les digo que deben tomarse cierto tiempo para ellos mismos; deben evitar quemarse si quieren continuar siendo buenos en lo que hacen. Evitar quemarse es, quizá, lo más esencial, tanto en la sanación como en cualquier otra profesión. Por este motivo sugiero, incluso a terapeutas, que dispongan de una profesión alternativa, algo que les alivie del estrés que produce el tratar con cuestiones de vida o muerte.
                Pienso que, en el futuro, los terapeutas deberán concentrarse mucho más en ayudar a la gente a cambiar su estilo de vida y sus hábitos, de tal forma que no lleguen a enfermarse. No me siento extraordinariamente impresionado ante los ‘milagros’ tecnológicos, como el de los corazones artificiales. El verdadero logro sería que los científicos pudieran averiguar primero cómo evitar que la gente sufriera ataques cardíacos. Y el primero paso consistirá en enseñar a la gente a superar sus condicionamientos negativos, a ser felices y a desarrollar su capacidad de deleitarse con la vida[97]
           
9) Noveno Camino: “Valoración-Aceptación del Dolor y el Sufrimiento”

En conexión con estas “Emociones Positivas” hemos de considerar otro elemento fundamental de la Auto-Sanación que es la “Valoración-Aceptación del Dolor y el Sufrimiento”:

“Una forma de acercarnos a los elementos esenciales de la sanación es colocarnos en el punto de vista del sufrimiento que todos compartimos, en el punto en que todos nos sentimos no sanados. Lo que consideramos como sufrimiento, o como falta de salud, es, en parte, cuestión de percepción, porque mucho de lo que nosotros llamamos no sano es aquello hacia lo que oponemos resistencia, como el dolor.
Supongamos que te das un golpe en el dedo del pie. ¿Para enviar qué tipos de energía hacia esa incomodidad se te ha condicionado? La mayoría de nosotros estamos educados para mandar miedo y enfado, e, incluso, odio, a nuestro dolor. ¿Qué es entonces lo no sano, el dedo dolorido o la respuesta de odio hasta la sensación desagradable?
Está claro que ambos factores están involucrados en nuestro sufrimiento. Así que la verdadera sanación, que se ocupa del problema entero, en vez de atender sólo a las manifestaciones parciales, implica siempre enfrentarnos al sufrimiento con cariño, consciencia, misericordia y equilibrio, en lugar de intentar que desaparezca con miedo, desconfianza, ira y odio.
Si atendemos al corazón y a la mente, vemos que ningún remedio es más radical o más natural que el de enfrentarnos al odio y al miedo recurriendo a la  misericordia y al cariño. Incluso en los casos de personas a las que se les ha aplicado tratamientos fuertes –por ejemplo, quimioterapia, radiación parra el cáncer- hemos visto que la verdadera sanación venía marcada por la habilidad de desasirse del sufrimiento, para dejar entrar a la sanación. La verdad es que en mi trabajo con moribundos he observado muchos casos de personas que odiaban tanto su tratamiento, que encerraban su enfermedad entre paredes de resistencia y miedo tan gruesas que hubiera sido un milagro que algo de la quimioterapia o de la radiación hubiera alcanzado su objetivo...
Hace unos años trabajé con una mujer que estaba hospitalizada a causa de una metástasis ósea, un cáncer que se le había infiltrado en los huesos, y que resultó ser, según sus propias palabras, una ‘ardiente agonía’. Su estilo de vida y su forma de relacionarse con el mundo era tal que había juzgado implacablemente a todos los que se habían relacionado con ella. Había sido una dura mujer de negocios y una madre difícil hasta tal punto que, aunque aparentemente se moría de cáncer, sus hijos no venían a visitarla, puesto que habían sido arrojados de su corazón y de su vida muchas veces.
Esta mujer no conocía a sus nietos. Cada enfermera, médico o visita que entraba en su habitación era recibido con ira y juramentos. Así que, normalmente, estaba sola en su miseria, arropada en su autocompasión, y culpando a otros de su dolor.
Una noche, después de llevar seis semanas en el hospital, cuando su dolor era inmenso, cuando los muros de resistencia que había edificado para mantener apartadas a la vida y a la muerte, empezaron a soportar demasiada presión, no pudieron aguantar más, se rompió la presa y se rompió también el dolor. Entonces, quizá por primera vez en su vida, respiró en su dolor por una sola vez. Se rindió durante un momento y permitió que el sufrimiento se moviera a través de ella, sin resistirse, como si viniera de fuera o como si fuera la culpa de otro, pero dándose ella a él como si fuera suyo.
Más tarde dijo que en ese momento –cuando las turbulentas aguas de su resistencia y sufrimiento de toda la vida empezaron a fluir y se apoderaron de ella, y al estar tumbada de lado, con muchísimo dolor en la espalda, caderas y piernas- se sintió no como esa mujer que estaba en el hospital, sino como una mujer esquimal que se moría mientras daba a luz. Un momento más tarde, dijo, era una mujer negra de Biafra, que amamantaba con su pecho fláccido a un niño que moría de hambre y enfermedad. Poco después era otra mujer en la misma posición fetal, cuya espalda estaba aplastada por una roca que le había caído encima, y se moría sola.
Iban apareciendo unas imágenes tras otras, lo cual fue descrito más tarde por ella como sentir el sufrimiento de ‘diez mil personas con dolor’. Después de esa experiencia, que le rompió el corazón y le puso otra vez en contacto consigo misma, observó: ‘No era mi dolor, era el dolor. Cuando se movía de mi dolor a el dolor, se movía de lo insufrible a la compasión’. Había ido de lo separado a lo universal, y había descubierto que cuando es mi dolor, en esta mente y cuerpo pequeños, hay muy poco sitio para todo ese sufrimiento. Pero cuando es el dolor, hay todo el sitio del mundo. Entonces el vientre puede permanecer blando y el corazón abierto, y nuestra capacidad de sanarnos a nosotros mismos se convierte en la capacidad de tocar todo el sufrimiento del mundo con misericordia, cariño y un sentido más profundo de unidad.
Durante las seis semanas que transcurrieron desde entonces hasta que murió, su  habitación se convirtió en el centro de sanación del hospital. Muchas de las enfermeras pasaban allí su tiempo de descanso porque era, evidentemente, el lugar del que irradiaba y en el que había más amor. Al cabo de una semana, después de haber pedido perdón a sus hijos y de suplicarles que volvieran a entrar en su vida, los nietos, que hasta entonces no había conocido, se sentaban a su lado en la cama, jugando ‘con la abuela..., con las manos cariñosas y tiernas de la abuela’.
Durante esas seis semanas disminuyeron sus dolores corporales y el dolor de su mente empezó a disolverse al abrirse su corazón para abarcar más y más, más y más de eso que está vivo, y de tocar el dolor de todos los seres que sienten, con misericordia y cariño. En aquella habitación fuimos testigos de una de las sanaciones más asombrosas que habíamos visto. Aunque su cuerpo siguió deteriorándose y caminando progresivamente hacia la muerte, murió sanada como cualquier otra persona que habíamos visto sanar.
Tales sanaciones nos han llevado a investigar más allá de la idea normal de la sanación, la idea de cambiar meramente una disfunción del cuerpo, hasta que ahora vemos que la sanación va mucho más allá del cuerpo, hasta la misma esencia de eso que habita dentro de él: la vida misma, la conciencia pura, el amor puro...
Otra mujer describió su cáncer como ‘el regalo para la persona que lo tiene todo’. Con esto quería decir que toda su vida había buscado un maestro, una forma de pasar por dolores mentales y emocionales que tantas veces acompañaban a sus deseos y resistencias ante la vida. Pero, hasta que no tuvo cáncer, no empezó a centrarse en el trabajo que había que hacer, en la sanación por la cual nació”[98]

10) Décimo Camino: “Cambiar nuestros Conceptos acerca de la Enfermedad y acerca de la Salud”

Otro Camino esencial de la Auto-Sanación es “Cambiar nuestros conceptos acerca de la Enfermedad y acerca de la Salud”:

            El gran error consiste en suponer que la sanación implica una mejoría física. Se cree que parte del cuerpo es sanado y parte no, y que conocemos la diferencia. Sostenemos definiciones ridículas y arbitrarias de la enfermedad porque la juzgamos como no deseada y antinatural, y hasta como señal de un esfuerzo espiritual inadecuado. En consecuencia, buscamos evitar todo tipo de síntoma de enfermedad en nosotros. Tener los ojos irritados e inflamados por la gripe es enfermedad. Tenerlos irritados e inflamados a consecuencia de una ‘pequeña competición amistosa’ no lo es. Estar intoxicado por la comida es enfermedad, pero ofenderse e infectar la mente con resentimiento no lo es...
                ¿Por qué debe estar más o menos orgullosa la mente por una lesión sufrida en la pierna a consecuencia de un maratón o de la práctica del karate, y un poco avergonzada si la pierna sufre bursitis o un ataque de gota? Por consenso general se ha decidido que una lesión sea enfermedad y la otra no lo sea, y nadie afirma sanar a los que hacen footing o ciclismo. Y pese a todo, sé, por mi propia y pasada adicción, que el footing puede convertirse en una actividad egoísta y aisladora, muy necesitada de sanación, mientras que el único santo que he conocido tenía una artritis que le convertía en lisiado, gracias a la cual, probablemente, pudo trascender el mundo.
                Cuando los problemas entran dentro de nuestra noción de enfermedad, creemos que es necesaria la sanación. Cuando éstos cambian y entran en nuestro concepto actual de salud, creemos que ya no hay necesidad de sanación. Un juicio, por tanto, dicta cuándo empiezan los esfuerzos sanadores, la meta hacia la que deben dirigirse, y cuándo se ha alcanzado el objetivo...
                Si nuestra máxima responsabilidad consiste en conseguir la integridad, la paz y la amabilidad de nuestro ser, para tratar a todos justamente y ayudar allí donde podamos hacerlo, entonces la condición del cuerpo es sólo significativa en el sentido de que nos facilita o nos dificulta concentrarnos en amar. La sanación se consigue, por tanto, a través del amor, y es amor. Y el amor es el principio que une todos los enfoques sanadores –en cuanto que realmente curan-. Lo opuesto a la sanación es el juicio, y cualquier sistema (o terapeuta) de sanación pierde su eficacia en cuando enjuicia.
                Las afirmaciones de que el cáncer está causado por una incapacidad de amar, y que los resfriados son síntomas de falta de alegría, o que el SIDA es la manifestación de una mente pecaminosa, no se harían, en primer lugar, si no hubiéramos juzgado la enfermedad como algo malo. ¿Qué se ha conseguido al asegurar que un individuo es responsable de la ‘elección’ de una determinada condición física, si se supone que la elección ha sido mala, débil o espiritualmente inferior?
                Cuando el individuo dirige sus pensamientos a lo que tradicionalmente se ha llamado Dios (hacia la fuente de uno, para amar), una mente totalmente rota puede recuperar su integridad: ¿qué mayor sanación puede haber que ésta? Cuando alguien vuelve sus pensamientos hacia Dios, su alma puede quedar limpia de toda amargura; ¿qué mayor sanación podría haber que ésta? Y muchas personas sólo pueden volverse hacia Dios cuando están muy enfermas, y algunas, sólo cuando se están muriendo...
                ¿Qué es lo que constituye el trabajo de toda una vida, y quién es quién para decir qué condición física ayudará o interferirá en su logro? El problema de poner meramente parches a los cuerpos es que, como dijo Joel Goldsmith, ‘No sabes a quién estás enviando de nuevo a la calle’. El verdadero sanador regala, simplemente, la sanación, pero no observa al paciente para decirle de qué forma ha de recibirla. Este enfoque libera al sanador para sanar de todo corazón, sin limitarle su ansiedad por los posibles resultados. Donde hay ansiedad, no puede haber amor. Uno de los cincuenta ‘principios milagrosos’ que aparecen en el libro de Helen Shucman ‘A Course in Miracles’ es: ‘Los milagros son una expresión del amor, pero es posible que no tengan efectos observables’.
                Goldsmith observó que la mayoría de los sanadores perdían sus facultades al cabo de un período de tres años (por desgracia, muchos, entonces, se culpaban a sí mismos y a los demás, o utilizaban diversos artificios para mantener su imagen). En mi opinión, la causa principal de esta pérdida es el juicio del sanador contra la enfermedad, que conduce a un orgullo egoísta y creciente. La enfermedad, por tanto, se hace muy real y poderosa, como ocurre también con cualquier elemento del mundo que es atacado desde dentro del cerebro; y, con el tiempo, estos sanadores se hallan sujetos a las mismas leyes de creencia que cualquier otra persona. Uno no puede luchar contra algo sin creer en la realidad que se supone en su escala de valores.
                De los sanadores que no pierden su habilidad, es significativo cuántos de ellos deciden dejar la sanación más adelante. Insisto en que no es porque crean que es malo cambiar el cuerpo, sino porque reconocen que, sin amor, esto no tiene sentido. A menudo, los sanadores empiezan a tener la sensación de que, para el público, forman simplemente parte de una lista de experimentos que probar, como si se tratara de un producto farmacéutico nuevo y sospechoso. A veces, la forma más fácil de acabar con este papel es retirar el producto (la sanación) del mercado.
                Otros hacen de la sanación una parte de un programa global de crecimiento interior profundo, para que, como la respiración consciente, el canto repetitivo, la oración, el culto o el yoga, la sanación se convierta meramente en una forma de abrir el corazón a ser, a amar. Tengo un amigo que sana en el momento en que su paciente está realizando su mayor y más puro esfuerzo interno. Este hombre sana con sus manos. Los ojos del paciente permanecen cerrados, así que su cambio físico (a menudo una liberación del dolor) lo experimenta él interiormente y como señal exterior de la voluntad del paciente de perdonar, comprometerse, bendecir o llevar a cabo cualquier otra acción de amor. Me demostró este método (¡en el vestíbulo de un hotel!) y yo no tenía ninguna sensación de que me estuviera haciendo algo. Sentí que mis propios esfuerzos (en este caso, comprometerme a la felicidad de uno de mis hijos) causaban el cambio.
                Muchos son capaces de crear un ambiente en el que el paciente puede cambiar sus creencias inconscientes, pero en el que la bondad no es un componente necesario en ninguna de ambas partes. Aunque los cambios físicos que llamamos sanaciones no son el resultado automático de conducir a la mente a un estado acorde con la verdad última, sí con el resultado de un cambio mental. Por ejemplo, si uno cree que experimentar la paz de Dios cambiará un estado físico particular, entonces, de forma natural, éste será el resultado. La fe, sin embargo, no es necesariamente consciente. Decir simplemente que uno cree, y esforzarse en creer, o seguir conscientemente un curso de imágenes mentales, argumentos verbales, invocaciones místicas o religiosas, movimientos, silencios, sonidos, etc., no cambiará necesariamente las creencias profundas inconscientes del individuo. Probablemente, la mayoría de los lectores de esta reflexión habrán experimentado esto por sí mismos.
                Muy pocos están en situación de conocer –con completa claridad y comprensión- sus propias creencias inconscientes o las de otros. Por tanto, no saben exactamente qué es lo que intentan cambiar, y ni siquiera cuándo lo han cambiado. Lo único que está en manos de los sanadores es hacerlo lo mejor que puedan. Deben concentrarse en sanar las imágenes oscuras, dañadas, temibles, en sus propias mentes, y si los resultados no se parecen a una sanación, no deben caer en la trampa de culparse a sí mismo o al paciente. En el instante en que sus mentes empiezan a atacar, se hace imposible la verdadera sanación, porque han sido desleales a su vocación.
                Para sanar verdaderamente, para afectar en profundidad y permanencia a la mente, un sanador no debe tener otro objetivo que el de la inocencia –para verla y para ser inocente-. Para lograr algo tan grande, la mente tiene que cambiar, para no ver meramente imágenes y creencias, sino el silencioso y tranquilo conocimiento que es el amor. El ser absoluta y completamente inofensivo es el poder último. Cuando los sanadores se sumergen en la inocencia, lo que se ha de decir y hacer se va conociendo poco a poco.
                La mente que se ve sana a sí misma y a otra como enferma, sin duda requiere sanación. La sanación verdadera se expresa, por tanto, dentro de la mente del sanador, y no dentro del cuerpo del paciente. Cuando el curador ve que no está separado del paciente –y sólo el amor mantiene esta visión-, la sanación ya se ha conseguido. La mente que ya no lucha para contrastarse con otra, sino que mira con alegría su unión con todas las cosas, ha pasado a un nivel de la realidad en el que la sanación es constante. Entonces, el sanador ha recibido y aceptado lo único que puede ofrecer.
                Una de las afirmaciones más preciosas y completas que he leído sobre la sanación es un poema escrito por Helen Schucman, autora de ‘A Course in Miracles’. Lo resumo y termino con él: ‘Para sanar no es necesario permitir / que el pensamiento de los cuerpos sumerja tu mente / en oscuridad e ilusiones. La sanación / es liberación de tales pensamientos. En lugar de eso, / mantén sólo un único pensamiento, que te enseña / que tu hermano está unido a tu mente / para que las intrusiones corporales sobre su paz / no puedan surgir para poner en peligro al Hijo / a quien Dios creó sin pecado, como a Sí mismo. / No pienses nunca en el cuerpo. La sanación / es el pensamiento de unidad. Olvida todo / lo que parece que separa. El dolor de tu hermano / tiene sólo un remedio: el mismo que el tuyo. / Debe estar sano porque se une a ti, / y tú le sanas porque te unes a él.’[99]

            En esta misma línea de pensamiento, será muy valioso escuchar al Dr. Larry Dossey:

            “Esta idea de la naturaleza unitaria de la mente, respaldada por múltiples pruebas actuales, nos conduce a una nueva concepción de la sanación, que sugiere que sólo existe una mente no local trabajando en el proceso sanador. Las mentes de todos los sanadores son una, unidas no localmente, más allá del tiempo y del espacio. Esta mente única envuelve también al paciente. Desde esta perspectiva, toda terapia es dirigida hacia uno mismo, puesto que no hay ‘otro’ existiendo fuera del terapeuta. De acuerdo con esto, los sanadores nunca actúan solos, actúan en conjunto, como consecuencia de la naturaleza no local de la mente[100]

            11) Onceavo Camino: La “Emersión de Lo Femenino” y “El Servicio a los demás”

            Me parece también que, en estos “Caminos de la Auto-Sanación”, hemos de darle una especial importancia a la propuesta de la Dra. Janet F. Quinn. Lo que ella llama “Emersión de Lo Femenino” (por supuesto en las propias mujeres, pero especialmente en los terapeutas varones). Recuérdese aquí, como trasfondo, la idea del Sanador como una “Comadrona”[101]:

            “Creo que estas circunstancias son la consecuencia de una cultura en la que los principios femeninos han sido ignorados y devaluados. Estamos tristemente desequilibrados y fuera de la relación adecuada. El principio femenino nutre profundamente una relación. Tradicionalmente, el trabajo de las enfermeras ha sido un trabajo de mujeres, no muy valorado por la sociedad. Pero el trabajo sanador representa siempre la acción de lo femenino, al margen del sexo del sanador...
                En el futuro, la sanación debe implicar unos cambios fundamentales en nuestra forma de concebir la enfermedad y la salud. El enfoque del sistema de cuidado sanitario ha de consistir en facilitar la salud-totalidad, que significa una correcta relación. Las técnicas son otra cosa. Lo que debe ocurrir se despliega en dos partes: la revaloración del principio femenino y sus formas, y la capacitación de los individuos y las comunidades para crear su propia salud y sanación...
                Cuando una persona entra en el proceso de ser sanador, cambia irrevocablemente. Al dejar emerger lo femenino, uno empieza a apreciar lo milagrosa y sagrada que es la vida, y la unidad fundamental entre la gente. Esta conciencia de la totalidad, esta relación correcta con nosotros mismos y con nuestro ambiente, es la única esperanza para la supervivencia del planeta. La relación no es simplemente agradable o algo que ‘obtenemos’ después de haber ganado suficiente dinero o prestigio. O somos sanados, emergiendo hacia una relación adecuada con nosotros mismos y con nuestro planeta, o moriremos.
                Cuando consideramos las direcciones de la sanación en un futuro, ya no cabe preguntar: ¿Qué pueden hacer los sanadores para servir a la humanidad? Debemos preguntar: ¿Cómo podemos convertir a todos los hombres en sanadores? Desde mi punto de vista, sólo hay una respuesta: debemos llegar a centrarnos en nuestro compromiso de capacitar, y al hacerlo, debemos reconocer, reverenciar y permitir una nueva emersión y valoración de lo femenino. No hay otra alternativa, y el tiempo apremia[102]

            En este contexto de “Emersión de lo femenino” hemos de destacar también el Camino Sanador que es “El Servicio a los demás”:

            Otro factor que ayuda a sanar a la gente es ser servicial. Yo detecto en los niños una empatía natural; quieren ayudarse entre sí. Tienen la habilidad de ser iguales hacia ellos mismos y con los demás; viven en ambos lados de la regla de oro: amar a los otros como a sí mismos, y a sí mismos como a los otros[103]

            La Dra. Joan Halifax subraya esto mismo:

            “La práctica de la plenitud mental adquiere una dimensión social cuando el que medita ve claramente al mundo que sufre. En el budismo Mahayana se recalca mucho la idea de hacer lo que es correcto, no sólo para uno mismo sino también para los otros. El conocido compromiso: ‘Prometo alcanzar la iluminación para salvar a todos los hombres que sufren’, se convierte para el budista en un punto de referencia en el camino de la sanidad. Este aspecto de la práctica, en el que subrayamos la experiencia de compromiso, nos lleva al mercado, en donde encontramos sanadores, shamanes, maestros, dadores de salud, y todos aquellos que se han comprometido en la transformación de las instituciones sociales que fomentan enfermedades, y en la ayuda a individuos, culturas y ambientes que sufren[104]

            12) Doceavo Camino: “Conciencia de que ya gozamos, desde siempre y para siempre, de Salud-Totalidad”

            Finalmente, el Camino de Auto-Sanación tal vez más profundo y radical es el “trabajo” que nos conduce a la “Conciencia de que ya gozamos, desde siempre y para siempre, de Salud-Totalidad”:

            El mensaje que subyace en la sanación es simple pero radical: ya gozamos de salud-totalidad. Debajo de nuestros miedos y preocupaciones, existe, sin estar afectado por las muchas capas de nuestro condicionamiento y acciones, un núcleo apacible. El trabajo sanador consiste en ir eliminando las barreras del miedo que nos mantienen no conscientes de nuestra verdadera naturaleza de amor, paz y rica interconexión con el tejido de la vida. La sanación es el redescubrimiento de quiénes somos y de quiénes hemos sido siempre...
                El tema central de la sanación se halla implícito en la palabra yoga, que significa ‘unión’. Me gustaría concebir esto como una reunión entre el self aparentemente limitado en el tiempo y con el que normalmente nos identificamos, y la expresión no limitable de una consciencia mayor, que la mayoría de nosotros experimentamos en pequeños vislumbres, quizás en los ojos de un niño, en la fragancia de una flor o en las lágrimas evocadoras que a veces brotan como respuesta a la música, el arte o a otras expresiones de lo sagrado...
                Si definimos la sanación como el acto con el que recordamos lo que ya somos, hemos de averiguar cuáles son las actitudes que nos impiden ser conscientes de nuestra propia naturaleza. El nombre que se le da al conjunto de estas actitudes es el de ignorancia, y la persistencia en la ignorancia se define como pecado. Según el yoga, el pecado es cualquier pensamiento o acción que le impide a alguien el reconocer su propia naturaleza interna, su merecimiento esencial y la naturaleza de su relación con la consciencia mayor, o Divinidad.
                El aspecto esencial del yoga, según Patanjali, se expresa en el segundo sutra: ‘El yoga es el control de las ondas de pensamiento en la mente, puesto que, sencillamente, somos lo que pensamos’. Es común estar en una habitación cómoda, rodeado de familia, y aún estar proyectando tristeza y fatalismo, lo que los psicólogos llaman actualmente ‘terribilizar’ o ‘catastrofizar’. Miles de ‘conque sólo lo hiciera...’, ‘si pudiera...’, cierran la posibilidad de disfrutar del momento tal como es.
                La mayoría de nosotros rara vez está en el momento presente. En lugar de eso, vivimos lamentándonos excesivamente del pasado, y con miedo hacia el futuro, basado a menudo en las expectativas de otros. Nada es nunca lo suficientemente bueno, especialmente nosotros. Puesto que ‘ahora’ es, literalmente, ‘el único tiempo sobre el que tenemos control’, como dijo Tolstoi, estamos vendiendo continuamente nuestra propia felicidad y contento.
                El yoga está constituido por varias series interconectadas de prácticas físicas, emocionales, mentales y espirituales que hacen posible que dominemos la tiraría de la mente, y reconozcamos que ésta es un instrumento que usamos. No es lo que somos.
                Cada vez que la mente está quieta y experimentamos el estar en el momento presente, volvemos a conectarnos con el self, la consciencia que aviva la mente de la misma forma que la electricidad aviva una bombilla. Se suele decir que la mente es un siervo maravilloso, pero un amo terrible. La psicología cognitiva moderna se suma a un principio similar. Podemos aprender a usar nuestras mentes en vez de ser utilizados por ellas. Hacer esto implica aprender a practicar el contentamiento...
                Existen dos grandes deseos: obtener lo que queremos y evitar lo que no queremos. Como todos sabemos, lo mejor de un deseo es que cese (cuando obtenemos lo que queremos o nos deshacemos de lo no deseado). Durante un momento hay paz. Pero eso no suele durar mucho tiempo. Estimulada por lo que se sentía al haber satisfecho una necesidad, la mente asocia el contentamiento con el cumplimiento de deseos. Tenemos que desear otra cosa para estar satisfechos. Y así se continúa, yendo de una cosa a otra. En el momento en que los pensamientos estén quietos, residiendo en el contentamiento, las ‘ondas de pensamiento’ de Patanjali cesan. Cuando la mente se vuelve silenciosa, se experimenta de nuevo el éxtasis subyacente del self. En esta gran rueda de condicionamiento es donde empieza todo el problema de la identidad errónea.
                La vieja receta para reeducar la mente es la meditación, un tipo de arte marcial a través del cual nos damos cuenta, poco a poco, de que no somos nuestras mentes. En esos momentos en que la mente se calma, experimentamos paz, contentamiento, lo cual es el self interior, la parte de la consciencia que no está condicionada por las experiencias pasadas. Puesto que el cuerpo puede ser afectado negativamente por el estrés, no es sorprendente que a la recuperación del equilibrio interior le acompañe una fisiología saludable que puede hacer retroceder a muchas enfermedades relacionadas con el estrés...
                Pensar en la enfermedad como en un tipo de castigo, y en la sanación como en un reflejo de nuestra bondad, nos atrapa aún más en la definición budista del sufrimiento: aferrarse al placer y sentir aversión al dolor... Si además creemos que el estado de nuestro cuerpo refleja nuestro propio valor, estamos realmente condenados a sufrir. Intentemos recordar que la única definición con sentido, del pecado, es ésta: cualquier pensamiento o hecho que perpetúa nuestra ignorancia de nuestra propia bondad intrínseca. Somos sanados cuando podemos crecer a partir de nuestro sufrimiento, cuando podemos volver a formularlo como un acto de gracia que nos conduce de nuevo a quien realmente somos[105]

            O, como lo dice también el Sanador Sthepen Levine:

            “La verdadera sanación nunca cesa. No puede hacerlo, porque es nuestro derecho de nacimiento, nuestra naturaleza esencial. Es la expansión continua del big-bang del nacimiento, que crea constantemente un universo para explorar y para fundirse con él. Llegar a sanar significa descubrir esta gracia interna en cada momento, significa descubrir al divino humano en el interior, la misma fuente de sanación, la esencia de la no muerte, el siempre sanado[106]

            O, en conclusión, como lo dice también la gran sanadora Helen Schucman:

            “Atendamos en silencio y en gozo. Éste es el día en que la sanación viene a nosotros. Éste es el día en que se acaba la separación y recordamos quiénes somos realmente[107]

Duc in altum(VVV)
VE más lejos, VE más alto, VE más profundo”
Curso de Homeopatía Integral
(homeopatiaintegral369@gmail.com)

Dr. Álvaro Sierra Máyer, Sanador Integral
(Teléfono: 017727272305)




[1] De su artículo “Autodescubrimiento y autosanación”, en el libro “Espíritu y Salud (Nuevas vías de curación)”, de varios autores cuya compilación es realizada por R. Carlson y B. Shield, de la edición Editorial América Ibérica S.A., 1994, pp. 87-88... De no especificarse otra cosa, los subrayados con mayúscula-versales son nuestros...
[2] Op.cit., p. 88
[3] Op.cit., pp. 88-90
[4] De su artículo “La Sanación: Emersión de la relación adecuada”, en Op.cit., p. 164
[5] De su artículo “Los puntos clave del proceso de Sanación”, en Op.cit., p. 137
[6] De su artículo “Los cuatro pilares de la Sanación”, en Op.cit., p. 154
[7] De su artículo “La búsqueda de la Sanación”, en Op.cit., p. 115
[8] De su artículo “La Inteligencia Innata en el Sanador”, en Op.cit., p. 73
[9] Op.cit., pp. 73-74
[10] Op.cit., p. 118
[11] De su artículo “La Enfermedad: una Oportunidad para la Sanación”, en op.cit., p. 101
[12] De su artículo “El hechizo de la mortalidad”, en op.cit., p. 213
[13] De su artículo “La Sanación por la cual nacimos”, en op.cit. p. 228
[14] Op.cit., pp. 92-93
[15] Op.cit., pp. 165-166
[16] Op.cit., p. 166
[17] Op.cit., p. 234
[18] De su artículo “La Sanación: un viaje juntos”, en op.cit., p. 129
[19] Op.cit., pp. 153-154
[20] Op.cit., p. 214
[21] De su artículo  “La Sanación: lo que podemos aprender de los niños”, en op.cit. p. 187
[22] Op.cit., pp. 166-167
[23] Recuérdese este concepto de “Jardinero”, aplicado al Sanador Integral, mencionado en el tema “El Arcano del Crecimiento y de la Madre”, en nuestro Libro Uno
[24] De su artículo “El Corazón Intuitivo”, en op.cit., p. 198
[25] De su artículo “Sanación, Amor y Capacitación”, en op.cit., pp. 34-35
[26] Op.cit., p. 104
[27] De su artículo “Escuchar la Sabiduría Interior”, en op.cit., pp. 94-95
[28] Op.cit., pp. 97-98
[29] Op.cit., p. 33
[30] De su artículo “Eliminar la tensión para dejar que se manifieste la salud”, en op.cit., p. 48
[31] Op.cit., p. 114
[32] Op.cit., p. 115
[33] Op.cit., p. 117
[34] Ib., pp. 115-116
[35] De su artículo “La Relación Empática: fundamento de la Sanación”, en op.cit., p. 134
[36] De su artículo “Presencia”, en op.cit., pp. 156-157
[37] Ib., p. 157
[38] Ib., p. 157
[39] De su artículo “Enseñar lo que vivo”, en op.cit. pp. 119-120
[40] Op.cit., p. 100
[41] De su artículo “Reflejar la Fuerza Vital”, en op.cit. p. 62
[42] Op.cit., p. 74
[43] Op.cit., p. 128
[44] Op.cit., p. 116
[45] Op.cit., p. 93
[46] Op.cit., p. 142
[47] Op.cit., p. 158
[48] De su artículo “La Ecuación de la Sanación”, en op.cit., pp. 110-111
[49] Op.cit., pp. 208-209
[50] Op.ci., pp. 213-214
[51] Op.cit., pp. 113-114
[52] Op.cit., p. 34
[53] Dr. Martin Rossman, en op.cit., pp. 101-102
[54] “Falsas enfermedades”, según el pensamiento homeopático son aquellas que no son realmente una expresión corporal a algo psico-social-espiritual en el interior de un ser humano, sino que son consecuencias de elementos “exteriores” que agreden al cuerpo o a sus sistemas psico-social-espirituales...
[55] Jerry Solfvin, doctor en filosofía, en su artículo “La Relación Sanadora”, en op.cit., pp. 124-125
[56] Op.cit., pp. 167-168
[57] Dr. Serge Kahili King, en op.cit., pp. 47-48
[58] Op.cit., pp. 36-37
[59] Op.cit., pp. 120-121
[60] Op.cit., p. 118
[61] Louise L. Hay, doctora en teología, en su artículo “Sanador, sánate a ti mismo”, en op.cit., p. 38
[62] Op.cit., p. 63
[63] Op.cit., p. 117
[64] Op.cit., p. 87
[65] Ib., pp. 90-91
[66] Op.cit., p. 129
[67] Dr. John E. Upledger, en op.cit., p. 90
[68] Op.cit., pp. 102-103
[69] Op.cit., pp. 96-97
[70] Sun Bear, en op.cit., p. 176
[71] De su artículo “El Silencio Sanador”, en op.cit., pp. 205-207
[72] Dr. Stephen Levine, en op.cit., pp. 233-234
[73] Sanador Michael Harner, en su artículo “El Universo Oculto del Sanador”, en op.cit. pp. 160-163
[74] Op.cit., p. 128
[75] De su artículo “El Factor Compasión”, en op.cit., pp. 130-131
[76] Op.cit., p. 212
[77] De su artículo “Vivir y Amar segundo a segundo”, en op.cit., p. 179
[78] Dra. Rachel Naomi Remen, en op.cit., pp. 114 y 116
[79] Op.cit., p. 163
[80] Op.cit., pp. 122-123
[81] Ib., pp. 125-126
[82] Op.cit., pp. 164-165
[83] Teilhard de Chardin, citado en op.cit., p. 15
[84] En su artículo “Amor, el Sanador”, en op.cit. pp 17-25
[85] Op.cit., pp. 125-126
[86] Op.cit., p. 227
[87] Op.cit., p. 180
[88] Ib., p. 181 y 182
[89] Véase II-3, pp. 10-13 de este trabajo...
[90] De su artículo “Actitudes sanadoras”, en op.cit. pp. 175-176
[91] Op.cit., pp. 135-136
[92] Op.cit., p. 199
[93] Op.cit., p. 109
[94] Op.cit., pp. 135 y 136
[95] Op.cit., pp. 173-174
[96] Op.cit. p. 189
[97] Op.cit., pp. 177-178
[98] Op.cit., pp. 228-231
[99] Hugh Prather, de su artículo “¿Qué es la Sanación?”, en op.cit, pp. 27-32
[100] De su artículo “La Mente más allá del cuerpo”, en op.cit., p. 203
[101] En II-1, p. 8 de este trabajo
[102] Op.cit., pp. 168-169
[103] Dra. Patricia Norris, op.cit., p. 189
[104] De su artículo “La Mente de la Sanación”, en op.cit. pp. 196-197
[105] Dra. Joan Borysenko, de su artículo “Eliminar las barreras para llegar al núcleo apacible”, en op.cit., p. 217
[106] Op.cit., p. 228
[107] De su libro “Un Curso de Milagros”, citada en op.cit., p.215


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